jueves, 2 de abril de 2015

Cristo, imberbe





Cristo con crismón 
(s. IV) 

Mosaico romano,  Hinton St. Mary (Inglaterra)
British Museum, Londres. 



Como hemos visto, la barba transmite frecuentemente una rica simbología, incluso para  figuras divinas impregnadas por sí mismas de gran riqueza de atributos. 

Las primitivas representaciones cristianas son de extrema parquedad. Nada tiene de extraño, si consideramos que se derivaba del judaísmo, que es una religión que no representa lo sagrado. El paleocristianismo se limitaba a representar un pez, una palma (símbolo de los mártires), o una figura de un orante (cubierto con el velo y con lasa manos extendidas). Ni siquiera la cruz era habitual. La figura de Cristo crucificado no aparecerá hasta el s. VI (tenemos esta primicia en Santa Sabina de Roma y en una placa de marfil conservado en el British Museum). 

Placa de marfil con una de las primeras representaciones de una crucifixión (a la derecha)
y el suicidio de Judas (a la izquierda). British Museum, Londres

Las imágenes de Cristo (antes del s. VI) no son muy frecuentes. Pero cuando nos encontramos una de ellas lo representan generalmente sin barba, como cualquier joven romano. 


Cristo como Orfeo, con gorro frigio y lira.
Catacumbas de Pedro y Marcelo, Roma. 


En las catacumbas de Pedro y Marcelo, por ejemplo, puede encontrarse una representación de Cristo como Orfeo, con gorra frigia y sin barba. Los modelos paganos previos, que impregnaban culturalmente a la sociedad sirvieron al cristianismo para tomar de ella algunos símbolos y modelos, buscando un cierto paralelismo con los valores a transmitir. Orfeo, como Cristo, bajó a los infiernos y es en este hecho donde hemos de buscar esta identificación iconográfica. 


El Buen Pastor
Hermes crióforo

















También la figura de Hermes crióforo, imágen pagana de Hermes llevando a hombros víctimas para el sacrificio, dió pie a la imagen del Buen Pastor, con la oveja descarriada a hombros. En ambos casos las imágenes están desprovistas de barba.  

Canova. Endimión dormido.

Pero fue sobre todo la imagen de Endimión la que fue más determinante para la representación de Cristo imberbe. Según la mitología Endimión era un joven pastor de gran belleza. Selene, la luna, se enamoró de él, y juntos solicitaron a Zeus que le concediese el don de la inmortalidad. Así podrían vivir eternamente su amor. Zeus, socarrón les concedió el don: Endimión sería eterno, pero estaría profundamente dormido en una cueva. La luna se limitaba pues a rozar con su luz la mejilla de su amante, dándole un casto beso nocturno. Según eso Endimión encarna la eternidad y la ilimitada juventud, cualidades que también se intentaban atribuir a la figura de Jesús. 


Jesús (en el centro, sin barba) curando al ciego.
Sarcófago paleocristiano (s. II)
Basílica de S. Félix. Girona.
Jesús (en el centro, sin barba). Multiplicación de los panes y los peces.
Sarcófago paleocristiano (s. IV) Basílica de San Félix. Girona


Tapiz de la Creación (s. XI). Catedral de Girona. 

Así encontramos las representaciones de Cristo sin barba en todo el arte paleocristiano, bizantino, mozárabe, carolingio e incluso en algún caso en el primer románico (por ejemplo en el Tapiz de la Creación, Girona, al principio del s. XI). Ya veremos más adelante como este modelo fue sustituido más tarde por un Cristo con barba, que transmitía otros valores.     

El sueño de Endimión:




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