miércoles, 8 de abril de 2015

Los lobos de Kiki Smith

Kiki Smith. Niña-lobo.






Kiki Smith 
(1954) 

Niña-lobo 
(1999)

Tinta sobre papel 20 x 16 cm



Kiki Smith es una artista germano-norteamericana, nacida en 1954. Formó parte del grupo Colab en los años 70. En  los años 80 y 90 del pasado siglo, su obra, frecuentemente provocativa, se ha enfrentado a diversos tabús sobre funciones corporales. Ha cultivado el dibujo, la pintura, la escultura y la obra gráfica. Es una de las artistas más influyentes en el momento actual y muchas de sus obras figuran en las colecciones de muchos museos entre las que figuran el MOMA, el Metropolitan Museum, Tate Gallery y Whitney Museum. Una de sus obsesiones son los lobos, que parecen salir de la figura humana o humanos híbridos de lobos.

Esta obsesión de Kiki Smith me recuerda el mito del hombre lobo. Una leyenda común a muchas civilizaciones sin aparente nexo de unión entre sí, y que se remonta a tiempos antiguos. El primer hombre-lobo del que tenemos noticia fue Licaón, rey de Arcadia. Según Ovidio, Licaón había servido carne humana a Zeus en un banquete y después había intentado asesinarlo. Un crimen bestial necesitaba un castigo bestial y Zeus lo transformó en lobo. En memoria de este hecho mitológico, a la metamorfosis de hombre en lobo se le da el nombre de licantropía.  

La descripción habitual de estos hombres-lobo es la de individuos que se aíslan del conjunto de la sociedad, que solo salen de noche. Presentan la piel seca, amarillenta, con pigmentación irregular y cubierta de excoriaciones, cicatrices y úlceras (incluso de amputaciones, fruto de sus correrías). Suelen presentar abundante pelo en la cara, la boca roja con caninos prominentes y los ojos inyectados.   

Las continuas narraciones y descripciones de hombres convertidos en lobos dan pie a creer que tal vez haya alguna base real en este mito. Pudiera ser que algunos transtornos patológicos (ampliados o transformados por la imaginación) den la base a la leyenda. 

Una posible interpretación es un grupo de enfermedades poco frecuentes, llamadas porfirias. Son transtornos caracterizados por la carencia de enzimas necesarios para la degradación de la hemoglobina de los glóbulos rojos. Como resultado se acumulan productos intermediarios tóxicos, las porfirinas. Su presencia en la piel provoca fotosensibilización: al exponerse a la luz solar aparece enrojecimiento y ampollas, que pronto dejan paso a heridas, úlceras e incluso pequeñas amputaciones ciertas zonas (nariz, orejas, dedos) También hay alteración de la pigmentación y aumento de vello (hipertricosis). Las porfirinas se excretan por la orina, lágrimas y  saliva dando a la boca, dientes, ojos y orina un color rojo teja. Estas afecciones se caracterizan por una disfunción hepática que da lugar a ictericias y anemias, transtornos nerviosos y a veces, alteraciones dentarias. El alcohol y ciertas drogas pueden desencadenar crisis violentas. 


                                                                  
                                                                    Kiki Smith. Rapto. Escultura en bronce. 



Este cuadro clinico coincide bastante con la descripción del hombre-lobo. Los enfermos de porfiria evitan el sol, y preferentemente salen  de noche. Su cara y dorso de las manos se  llenan de excoriaciones y cicatrices, con algunas úlceras y amputaciones, tomando un color amarillo parduzco, vellosidad aumentada y boca y ojos rojizos. 

A esto hay que añadir los transtornos psíquicos, que a veces pueden ser importantes. La licantropía desde el punto de vista psiquiátrico se da en algunos enfermos que creen que se transforman realmente en lobos, aullando, comiendo carne cruda y caminando a cuatro patas. Más frecuente es el recelo social y la automarginación de los que presentan estos síntomas. 

Algunos otros cuadros clínicos pueden haber contribuído al mito de los hombres-lobo. Por ejemplo, la hipertricosis lanuginosa congénita como el caso de Pedro Gonzalves , llamado el hombre lobo de Baviera, aunque esta patología es mucho más rara y por sí misma difícilmente pueden tomarse como única base de la leyenda. 


Kiki Smith. Lying with the wolf. Dibujo, tinta y pincel sobre papel (2001)


Siempre que oigo hablar de hombres-lobo, me viene a la memoria el caso de José. Lo conocí en mi juventud, cuando yo me formaba como dermatólogo en el Hospital Clínico de Madrid. José tenía una protoporfiria eritropoyética, una forma grave de la enfermedad. Si salía al sol, aunque fuera por poco tiempo, su piel, ya llena de cicatrices y amputaciones, se cubría de ampollas. Esto dificultaba mucho su vida laboral. El Prof. Gay Prieto, que lo había diagnosticado y tratado, le ofreció quedarse a trabajar en el hospital, para realizar algunos trabajos en el laboratorio, en los sótanos, a resguardo de los efectos del sol. Eso solucionaba su vida laboral. 

Alguna vez, al caer la tarde, me cruzaba con José, que salía a dar una vuelta, libre ya de la amenaza solar. La cara, de color parduzco, deformada por las cicatrices, la nariz roída. Cuando llegaba junto a mí, me miraba con sus ojos inyectados y me sonreía con su boca rojiza.

            - Adiós, José...

Luego, feliz de salir de su reclusión y dando grandes zancadas, desaparecía en la noche.


Kiki Smith. Daughter. 



Kiki Smith: 



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