domingo, 24 de mayo de 2015

Luis I: Un breve reinado truncado por la viruela





Michel-Ange Houasse

Luis, Príncipe de Asturias
(1717)   


Óleo sobre lienzo. 
Museo del Prado, Madrid 



El reinado de Luis I fué el más corto de la historia de la monarquía hispánica. El joven rey, de 17 años, murió a causa de la viruela a los 7 meses de su reinado.


Felipe V, colgado boca abajo en señal de 
oprobio tal como está colocado en el 
Museu de l'Almodí, Xàtiva.

La ciudad maldice así la memoria del rey        

que ordenó incendiarla como castigo 
durante la Guerra de Sucesión
Su padre, el rey Felipe V, había abdicado de forma inesperada de la corona en su favor. Tal decisión había sorprendido mucho en las Cortes Europeas, ya que no hacía demasiado tiempo que había terminado la sangrienta Guerra de Sucesión, tras la que había conseguido ceñir la corona, imponiendo duras condiciones en el Decreto de Nueva Planta, por el que se abolían las leyes de todos los territorios que se habían opuesto a sus pretensiones e implantando un régimen centralista por la fuerza. Las únicas razones por las que Felipe V optó por la abdicación eran su posible aspiración a suceder al rey francés Luis XV (los tratados vigentes no permitían ser rey de Francia y de España al mismo tiempo) o las graves crisis depresivas que le afligían. 

Luis era el primogénito de Felipe V con su primera esposa M. Luisa Gabriela de Saboya, muerta prematuramente de escrófulas (tuberculosis cutáneo-ganglionar). Esta es la descripción de Luis, todavía príncipe de Asturias, por el duque de Saint-Simon:  
"El príncipe de Asturias parece una pintura: alto, delgado, endeble, delicado, pero sano. Es rubio, tiene bonitos cabellos, el rostro feo..."

Miguel Jacinto Meléndez de Ribera: 
Retrato de Luis I. (1724)
Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo. 
El reinado de Luis I, además de breve fue intranscendente. Luis instaló su corte en Madrid, mientras que el rey abdicado Felipe se retiró al Palacio de la Granja de S. Ildefonso, desde donde continuaba gobernando de facto bajo la notoria influencia de su segunda esposa Isabel de Farnesio, que guiaba todas sus decisiones. 

Luis I se había casado con Luisa Isabel de Orleans, una muchacha que a pesar de su rango tenía una manifiesta falta de educación. El embajador Saint Simon que la trajo a Madrid expresó su descontento ante el comportamiento nada tímido de su tutelada: 
«No puede disimular su carencia de educación. Altiva con sus damas, abusa de la bondad de los reyes (...) es desatenta con todo el mundo y caprichosa». 

Como exigía el protocolo, Saint Simon fue a despedirse de ella antes de regresar a Francia, y relató así este momento: 


«Estaba Luisa Isabel bajo un dosel, en pie, las damas a un lado, los Grandes al otro. Hice mis tres reverencias y después mi cumplido. Me callé luego, pero en vano porque no me respondió ni media palabra. Tras el embarazoso silencio, quise darle tema para contestarme y le pregunté si algo deseaba para el rey, para la infanta y para madame, el duque y la duquesa de Orleans. Me miró y soltó un eructo estentóreo. Mi sorpresa fue tan grande que quedé confundido. Un segundo eructo estalló tan ruidoso como el primero, perdí la serenidad y no pude contener la risa; y mirando a derecha e izquierda vi que todos tenían la mano sobre la boca y que aguantaban la risa. Finalmente, un tercer eructo, más fuerte aun que los dos primeros, descompuso a todos los presentes y a mí me puso en fuga con cuantos me acompañaban, con carcajadas tanto mayores cuando que forzaron las barreras que cada uno había intentado oponerles. Toda la gravedad española quedó desconcertada; todo se desordenó, nada de reverencias: cada uno torciéndose de risa salió corriendo como pudo, sin que la princesa perdiera un átomo de seriedad».
Por todo ello, no es de extrañar que la reina no fuera popular, a causa de sus transtornos psíquicos, entre los que podemos adivinar una conducta anoréxica. En público no probaba bocado mientras que en privado comía compulsivamente. También bebía de forma inmoderada. Además, no se lavaba ni tenía la menor higiene personal, rehusaba llevar ropa interior y algunas veces se desnudaba en público o mostraba partes íntimas de su cuerpo sin el menor recato. Su conducta exhibicionista era notoria. En varias ocasiones fue sorprendida desnuda realizando juegos sexuales con algunas de sus doncellas. El rey Luis I por su parte frecuentaba los prostíbulos de la Villa y también mostraba una conducta de ambivalencia sexual con muchos de sus criados. La vida sexual en común de los reyes parece ser que fue inexistente y no tuvieron hijos.





















Retratos de Luis I y de Luisa Isabel de Orléans (1724) 
pintados por Jean Ranc (1724) Museo del Prado, Madrid


A los pocos meses de su reinado el joven rey contrajo la viruela, enfermedad que era tan grave como frecuente en aquel tiempo. Las epidemias de viruela hacían estragos. A pesar de sus diferencias, Luisa Isabel lo cuidó personalmente llegando a contraer la enfermedad, si bien la reina pudo superar la enfermedad y sobrevivió.  En cambio, el joven monarca falleció a causa del mal, a tan sólo 7 meses de su subida al trono.  Así que un virus fue el que terminó con tan breve reinado. 

Aunque no faltan quienes atribuyen la muerte del rey a la sífilis, lo que no sería de extrañar si tenemos en cuenta su afición a frecuentar burdeles. Además, en francés la sífilis se conoce también como vérole, por lo que no sería extraño que se hubiera usado como eufemismo para encubrir la naturaleza del mal. 

Tras la muerte de Luis, el rey emérito Felipe V volvió a reinar (por las intensas presiones de su segunda esposa, Isabel de Farnesio) hasta su muerte, siendo sucedido por otro de sus hijos, Fernando VI. Otro de los hijos de Felipe V e Isabel de Farnesio reinaría más tarde con el nombre de Carlos III. 



José de Torres: Requiem a Luis I (1724) ~
Introitus: Requiem aeternam:

















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