lunes, 8 de junio de 2015

La sífilis terciaria de Maupassant





François-Nicolas-Augustin Feyen-Perrin

Retrato de Guy de Maupassant 

Óleo sobre lienzo
Palacio de Versalles 





Guy de Maupassant (1850-1893) fue un escritor francés, autor de gran número de cuentos y de algunas novelas. Destacan en su obra algunos cuentos de terror, que tal vez fueron reflejo de su miedo interior y de su particular circunstancia. Lejano ya a los planteamientos del Romanticismo, y cercano en muchos planteamientos al naturalismo constituye uno de los grandes exponentes de la literatura francesa del s. XIX. 

Muy promiscuo y de proverbial avidez sexual, que se aprecia al leer algunos de sus poemas como por ejemplo Désirs (Deseos), contrajo la sífilis a los 27 años, tras una relación con una de sus amigas con las que gustaba navegar por el Sena. Él mismo lo comentaba en una carta escrita el 2 de marzo de 1877 a su amigo Pinchon: 
"No adivinarías nunca el maravilloso descubrimiento que mi médico acaba de hacer en mí... La sífilis... Tengo la sífilis, la verdadera, no las miserables purgaciones, no la gota eclesiástica, no las burguesas crestas de gallo o las leguminosas coliflores... no: la sífilis, de la que murió Francisco I. La verdadera, la elegante sífilis (...) Y estoy orgulloso, pardiez, tengo la sífilis y por consiguiente ya no tengo miedo de contagiarme"

El 11 de marzo recibió un tratamiento a base de arsénico y de yoduro potásico, pero le causó transtornos digestivos y tuvo que suspenderlo. Realizó curas de aguas sulfatadas, y tomó otros remedios habituales en la época como el jarabe de Gibert, píldoras de Ricord y licor de Van Swieten. 




Paul-Émile Boutigny (1854-1929), 
Boule de suif (1884),
inspirada en una obra de Maupassant.
Óleo sobre lienzo 200 x 145 cm.
Musée des Beaux-Arts de Carcassonne.


En 1880 comenzó a presentar transtornos en un ojo, que se le agravan al año siguiente. En 1888, uno de los ojos estaba en midriasis, mientras que el otro en miosis. Al poco tiempo ya no reaccionaban a la luz.  En 1890 escribía: 
"Esta imposibilidad  de servirme de mis ojos hace de mí un mártir. Sufro atrozmente (...) Ya no puedo escribir, ya no veo. Es el desastre de mi vida"
A partir del otoño de 1889 aparecieron los primeros transtornos ligados a la parálisis general progresiva (sífilis terciaria). Su actividad literaria había disminuído mucho y era ya casi nula. Maupassant iba de un balneario a otro, pero sobre todo comenzó a hacer excentricidades. Un día gesticulaba por la calle en pleno Boulevard Haussmann, insultando a viandantes imaginarios. Otro día luchaba con su bastón con tres perros rabiosos imaginarios, o se quejaba de estar impregnado de sal, que le causaba intolerables dolores de estómago...



Ernest Jean Delahaye (1855-1921), 
Mademoiselle Fifi (1889),
inspirada 
en una obra de Maupassant.
Óleo sobre lienzo 140 x 180 cm.
Presentado en el Salon des artistes français (n°599).


Comienza a quejarse de una neuralgia craneal y ocular, de disminución de la visión y de continuas alucinaciones auditivas. Vive en un miedo permanente de volverse loco:


«Tengo miedo de mí mismo, tengo miedo del miedo, pero, ante todo, tengo miedo de la espantosa confusión de mi espíritu, de mi razón, sobre la cual pierdo el dominio y que se enturbia por un miedo opaco y misterioso».

 Su aspecto se vuelve decrépito: su cara envejecida contrasta con un cuerpo todavía fuerte. 

En 1891 confiesa a su amigo el pintor Fournier: 
"Nadie me reconoce ya, es un hecho. Cada vez sufro más de horribles migrañas. Solamente la antipirina me da un poco de calma. Yo creo que es a causa de este veneno que tengo ahora terribles lagunas en la memoria. Me faltan las palabras más elementales. Si necesito decir la palabra "cielo" o "casa", estos vocablos desaparecen súbitamente de mi cerebro. Estoy acabado"
La  etapa final de la parálisis general progresiva de Maupassant comenzó la noche del 2 de enero de 1892. François y el marino Raymond se despertaron por un gran estrépito que provenía de la habitación del escritor. Lo encontraron ensangrentado y a punto de tirarse por la ventana. Había intentado dispararse con una pistola (pero su  asistente había prudentemente retirado las balas del revólver) y luego intentó degollarse con un abrecartas. Se vieron obligados a reducirlo y atarlo. Maupassant pasó la noche gritando:
"- ¿François, estás preparado? Nos vamos. Se ha declarado la guerra"
Informada su mujer, lo internaron en una clínica psiquiátrica en Passy (la clínica del Dr. Blanche, la misma donde Gérard de Nerval estuvo internado 40 años antes). Allí desarrolló sus ideas megalomaníacas y delirantes (típicas de la parálisis general progresiva de la sífilis terciaria):
"- Los Rothschild no han pagado todavía mi pensión?" 
"- Ollendorf y Havard han quebrado. Los 40 millones están puestos a mi nombre" 
"- Dios ha declarado desde lo alto de la Torre Eiffel que M. de Maupassant es el Hijo de Dios" 
"- Jesucristo se acostaba con mi madre, por eso soy Hijo de Dios"  
Durante las últimas semanas, Maupassant se quedó inmóvil, excepto durante algunos violentos episodios de epilepsia. Finalmente cayó en coma y murió el 6 de julio de 1893, completamente solo y sin ninguna presencia de amigos ni de familia. Está enterrado en el cementerio de Montparnasse. 

(Traducciones de textos franceses de Maupassant: Xavier Sierra) 


Désirs, de Maupassant: 




Désirs

Le rêve pour les uns serait d'avoir des ailes,
De monter dans l'espace en poussant de grands cris,
De prendre entre leurs doigts les souples hirondelles,
Et de se perdre, au soir, dans les cieux assombris.

D'autres voudraient pouvoir écraser des poitrines
En refermant dessus leurs deux bras écartés ;
Et, sans ployer des reins, les prenant aux narines,
Arrêter d'un seul coup les chevaux emportés.

Moi ; ce que j'aimerais, c'est la beauté charnelle :
Je voudrais être beau comme les anciens dieux,
Et qu'il restât aux coeurs une flamme éternelle
Au lointain souvenir de mon corps radieux.

Je voudrais que pour moi nulle ne restât sage,
Choisir l'une aujourd'hui, prendre l'autre demain ;
Car j'aimerais cueillir l'amour sur mon passage,
Comme on cueille des fruits en étendant la main.

Ils ont, en y mordant, des saveurs différentes ;
Ces arômes divers nous les rendent plus doux.
J'aimerais promener mes caresses errantes
Des fronts en cheveux noirs aux fronts en cheveux roux.

J'adorerais surtout les rencontres des rues,
Ces ardeurs de la chair que déchaîne un regard,
Les conquêtes d'une heure aussitôt disparues,
Les baisers échangés au seul gré du hasard.

Je voudrais au matin voir s'éveiller la brune
Qui vous tient étranglé dans l'étau de ses bras ;
Et, le soir, écouter le mot que dit tout bas
La blonde dont le front s'argente au clair de lune.

Puis, sans un trouble au coeur, sans un regret mordant,
Partir d'un pied léger vers une autre chimère.
- Il faut dans ces fruits-là ne mettre que la dent :
On trouverait au fond une saveur amère.

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