jueves, 15 de octubre de 2015

Voltaire (II): El hombre de los cuarenta escudos







Maurice Quentin de la Tour

Retrato de Voltaire  
(1736) 

Óleo sobre lienzo. 60 x 50 cm
Château Voltaire. Fernet-Voltaire 



En el Hombre de cuarenta escudos dos de las primas del protagonista, contagiadas por la soldadesca, se vieron cubiertas de pústulas queratósicas; perdieron su hermosa cabellera y su voz enronqueció. Sus párpados se tornaron de un color lívido, su sueño se alteró y padecieron dolores nocturnos. Sus miembros estaban dislocados y una secreta caries los roía, talmente como si padecieran la enfermedad de Job, aunque Job nunca había sufrido este mal.  

El hombre de los cuarenta escudos, que acababa de leer en Cándido la triste suerte del Dr. Pangloss, que había perdido un ojo y una oreja en el tratamiento, preguntó al cirujano mayor si a sus primas les iba a suceder lo mismo. 


- "No - le contestó el cirujano, tranquilizándole - los alemanes son muy torpes, pero nosotros curamos a las chicas de manera rápida, segura y agradable"

En efecto, las dos hermosas primas presurosas por seguir el tratamiento tuvieron la cabeza hinchada como un globo durante seis semanas, perdieron la mitad de sus dientes, la lengua les creció medio pie y finalmente murieron del pecho al cabo de seis meses. 


Nicolas de Larguillière:
Retrato de Voltaire a los 24 años de edad (1718)


Aquí vemos como Voltaire vuelve a describir dos casos de sífilis secundaria activa (con erupción pápulopustulosa, afectación ósea y pulmonar y alopecia). Pero a diferencia del Cándido, precisa que la pérdida de los dientes se produce como un efecto secundario del tratamiento, refiriendo otros síntomas de intoxicación mercurial (hinchazón de los tejidos blandos de la cara, edema lingual). Y aprovecha para terciar - con cierto sarcasmo - en una polémica muy extendida en aquellos años, sobre si la sífilis era o no la enfermedad que sufrió Job. 



Dormitorio de François-Marie Arouet, en Château-Voltaire,  Fernet-Voltaire
















La ironía de Voltaire al aludir a la presunta eficacia e inocuidad de los tratamientos nos deja claro su escepticismo, aunque su lucidez hace que sea uno de los primeros que apunta a la necesidad de contemplar la profilaxis de la enfermedad. Cosa que no debe de extrañarnos mucho en él, ya que era un firme partidario de la vacunación antivariólica. 

El hombre de los cuarenta escudos señala al cirujano mayor que ya se ha intentado debilitar el veneno de una viruela. ¿No se podría intentar también con el de la otra? (grande vérole en francés es el nombre que se le da a la sífilis en contraposición a la petite vérole, viruela). Para el cirujano, solamente hay una forma: que todos los príncipes de Europa se alíen para combatir al enemigo común del género humano, en vez de malgastar su tiempo en guerras. La proposición de Voltaire, una política sanitaria común se comenzará a intentar 150 años más tarde con la fundación, alrededor del año 1920 con la fundación de la "Unión Internacional contra el Peligro Venéreo


Une figure des Lumières: Voltaire:





miércoles, 14 de octubre de 2015

Voltaire (I): Cándido y la sífilis del Dr. Pangloss






Jean Antoine Houdon

Busto de Voltaire
(1778) 

Óleo sobre tela. 91'4 x 72'4 cm 
 The Metropolitan Museum. New York. 



Jean Antoine Houdon (1741-1828) fue un escultor francés, considerado como el gran retratista del Neoclasicismo. Sus esculturas de rostros, de bustos o de cuerpo entero son tan fidedignas que nos permiten conocer a la perfección los rasgos de algunos de los grandes hombres de su tiempo. Plasmaba los aspectos más individuales de los retratados, adentrándose en su psicología, por lo que en cierto modo anticipa el Romanticismo. Fueron muchos los personajes de los que nos dejó constancia: Diderot, Napoleón, María Antonieta, George Washington... Realizó diversas esculturas de Voltaire y en sus rasgos es fácil captar la aguda inteligencia y la fina ironía que caracterizaron al filósofo. 


Houdon: Voltaire sedente
Houdon: Busto de Voltaire





























François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire (1694-1778) fue un escritor, historiador, filósofo y académico francés, uno de los máximos representantes de la Ilustración. No fue un filósofo en el sentido actual del término, sino que criticó las ideas de diversos pensadores (Leibniz, Malebranche, Descartes) con un mordaz sarcasmo en muchas de sus obras literarias, en las que también defendía una filosofía reformadora de la justicia y la sociedad. Su espíritu universal, censurado que muchas veces, marcó el "Siglo de las luces". Fue un decidido defensor de la razón, la libertad individual y la tolerancia, con gran influencia en la burguesía liberal.










Primera edición de Cándido o el optimismo.
Obsérvese que aparte de ocultar su autoría, Voltaire finge que
 es una obra traducida del alemán (nacionalidad de Leibniz)

Cándido o el optimismo es un cuento filosófico de Voltaire (aunque fue firmado con el seudónimo Monsieur le Docteur Ralph). En ésta obra se cuentan las aventuras del joven Cándido, que adopta el optimismo leibniziano que afirmaba que "vivimos en el mejor de los mundos posibles", y se aferra obstinadamente a ésta doctrina. Voltaire, con un despiadado sarcasmo pasa revista a un panorama de los horrores del s. XVIII. En Cándido, el personaje de Leibniz se transforma en el Dr. Pangloss, tutor del protagonista. A pesar de todos los infortunios que le suceden, Pangloss repite insistentemente tout est pour mieux (todo sucede para bien). En esta obra, se vislumbra la evolución ideológica de Voltaire, y se llega a la conclusión de que il faut cultiver nôtre jardin (hemos de cultivar nuestro jardín), es decir, que ante la imposibilidad de cambiar el mundo, lo único que podemos hacer es mejorar nuestro entorno inmediato y conformarnos con la razonable felicidad a la que podemos aspirar. 


Voltaire, en su obra, refiere como éste encuentra a su antiguo profesor de filosofía el Dr. Pangloss (el que defendía que vivimos el mejor de los mundos posibles) en un estado tan lamentable que casi no lo reconoce. Cubierto de pústulas, con los ojos apagados, la punta de la nariz roída, la boca torcida, los dientes ennegrecidos y el hablar gangoso, con una tos violenta y escupiendo un diente a cada esfuerzo. La guapa criada Paquita (Paquette) le había contagiado la sífilis. El pobre Pangloss será recogido y cuidado por el caritativo anabaptista Jacques, y solamente perderá un ojo y una oreja en la cura.  



Nicolas de Larguillière.
Retrato de François-Marie Arouet, llamado Voltaire
Voltaire ironiza sobre la transmisión sexual de la enfermedad y de las cadenas de contagio: Paquita se había contagiado previamente de un cordelero (del Club des Cordeliers, defensores de los Derechos del Hombre y del Ciudadano), que a su vez la había adquirido de una vieja condesa, que se contagió de un capitán de caballería, que la debía a una marquesa, que la contrajo de un paje, contagiado de un jesuíta que siendo novicio la había recibido de los compañeros de viaje de Cristóbal Colón.  

En esta cadena de contagios, podemos observar como, aparte de ironizar sobre la participación de todas las clases sociales, Voltaire da por buena la teoría sobre el origen americano de la enfermedad. Según esta hipótesis, largamente discutida, la sífilis habría llegado a Europa procedente de América tras el Descubrimiento colombino. 

Voltaire nos describe perfectamente la sintomatología de una sífilis secundaria activa (erupción pustulosa, laringitis, afectación pulmonar) entre los que equivocadamente mezcla algunos signos de sífilis terciaria (nariz roída). También se confunde al destacar los efectos de una cura mercurial que todavía no se ha efectuado (estomato-gingivitis con desprendimiento de piezas dentarias, dientes negros). Considera en cambio la afectación de los ojos y las orejas como efectos secundarios del tratamiento, mientras que serían más atribuíbles a la propia evolución de la sífilis.

Vemos pues como en esta época se confunden todavía los síntomas propios de la enfermedad con los atribuíbles a los efectos secundarios del tratamiento mercurial. 



Candide ou l'optimisme (Versión original en francés

Cándido o el optimismo (Traducción al español)


Voltaire Biography : 



martes, 13 de octubre de 2015

El lunar postizo de la Infanta Maria José

Francisco de Goya (1746-1828). María Josefa de Borbón y Sajonia, infanta de España (1800)
Óleo sobre lienzo. 72 x 59 cm. Museo del Prado. Madrid



Francisco de Goya

María Josefa de Borbón y Sajonia, infanta de España 
(1800) 


Óleo sobre lienzo. 72 x 59 cm
Museo del Prado, Madrid. 




En 1800 Goya pintó este cuadro, probablemente como un boceto preliminar de su obra posterior La familia de Carlos IV. Se conocen unos 10 estudios previos al natural de los diversos personajes, que Goya pintó en Aranjuez. Seguramente la intención del pintor era evitar largas y tediosas poses de todo el grupo al completo, por una parte, y por otra, tener la suficiente libertad para ejercer la sutil y velada crítica que podemos ver en tan emblemática y conocida pintura. En La familia de Carlos IV, aparece a la izquierda, la infanta Maria Josefa de Borbón, en un segundo plano, con la mirada penetrante e inquisidora, una expresión muy parecida a este retrato individual. Goya trató con mucha intensidad y cuidado sus expresiones faciales.  

María Josefa de Borbón (1744-1801) era hija de Carlos III y María Amalia de Sajonia. Nació en Gaeta, cuando su padre era todavía rey de Nápoles. Nunca se casó, aunque se le había propuesto casarse con su tío el infante D. Luis. 

En el cuadro, la infanta aparece con la banda de las Damas Nobles de la Reina María Luisa, con grandes pendientes de brillantes. Sobre el pecho, unas pinceladas negras e informes hacen alusión al lazo negro de la Cruz Estrellada o Orden de las Damas Nobles del Imperio Austríaco. También luce un tocado con una pluma de ave del Paraíso en la cabeza, reveladora de la influencia de la moda francesa en la corte española. 

A nivel de la sien derecha observamos lo que parece una gran tumoración cutánea, totalmente negra. Se ha interpretado como una queratosis seborreica o un nevus de gran tamaño. Algunos autores incluso lo han llegado a considerar como un melanoma maligno, señalando además que la infanta murió un año después de pintado el cuadro. Sin embargo, en nuestra opinión, el tamaño de la mancha negra y sus bordes regulares hacen pensar en un artefacto, un parche negro que se usaba como lunar postizo y que fue muy usado en el s. XVIII. En el momento que se pintó el cuadro este aditamento estaba ya algo pasado de moda, aunque seguía usándose con fines medicinales, ya que se aplicaban sustancias para aliviar, por ejemplo, ciertos tipos de cefaleas o neuralgias, o incluso eran recomendados en la falsa creencia que podían aliviar ciertas enfermedades infecciosas, como la sifilis. 


Bibliografía:

MENA MARQUÉS, Manuela, «La infanta María Josefa de Borbón (1800)», El retrato español en el Prado: del Greco a Goya, Madrid, Tf, 2006, pág. 184. ISBN 84-8480-088-1.


La familia de Carlos IV, de Goya:





Goya: The family of Charles IV: 




lunes, 12 de octubre de 2015

Los dientes de Gauguin



Paul Gauguin, "Portrait of the Artist with the Yellow Christ" (1889), oil on canvas (via Musée d'Orsay)



Paul Gauguin

Autorretrato con Cristo amarillo"
(1889)

Óleo sobre lienzo. 
Museo de Orsay. París.



Durante mucho tiempo se creyó que el pintor Paul Gauguin (1848-1903) había muerto  en las islas Marquesas como consecuencia de una sífilis cardiovascular.  El artista habría contraído esta enfermedad de una prostituta de París antes de instalarse en la Polinesia. Sin embargo un reciente hallazgo plantea ciertas dudas sobre este diagnóstico. 


Gauguin's teeth
 Los dientes de Gauguin (según Art Newspaper)
Según un artículo publicado por Martin Bailey en la revista Art Newspaper, una investigación del Chicago’s Field Museum ha analizado unas piezas dentarias atribuídas a Gauguin. Estos dientes se encontraron en una excavación arqueológica realizada cerca de donde vivió el artista en los últimos años de su vida (1901-1903). Los dientes estaban depositados en un contenedor de vidrio, junto con algunos instrumentos de pintor y una cáscara de coco con trazas de haber contenido pigmentos. La población de Atuona no consumía azúcar en aquel tiempo, y los dientes presentaban caries características de haber tomado azúcar, por lo que en seguida se sospechó que las piezas dentarias pertenecían a un europeo. Sospechando que podían ser las de Paul Gauguin, se procedió entonces a comparar el ADN con el de su abuelo hallándose una probabilidad de un 90-99 %.

 
Autorretrato de Paul Gauguin


Pero el análisis de los dientes también reveló otro dato: no contenían trazas de mercurio. Los mercuriales eran el tratamiento habitual de la sífilis en aquel tiempo, por lo que la historiadora Caroline Boyle-Turner opina que la ausencia de mercurio demuestra que o bien Gauguin no padeció la sífilis o bien que si la tuvo, no se la trató. 

El tratamiento con mercurio produce algunos efectos secundarios, como sialorrea, úlceras en la mucosa bucal o faríngea y en la piel, alteraciones neurológicas, pérdida de piezas dentarias e incluso la muerte. Pero deja trazas de mercurio en los dientes a menos que se hayan extraído previamente. 

Se cree que muchos artistas coetáneos de Gauguin (Seurat, Toulouse-Lautrec, Manet, Van Gogh...) se contagiaron el de sífilis. La sífilis constituía una gran epidemia en Europa y se calcula que más de un 10% de la población estaba afectada. 



Paul Gauguin: