domingo, 20 de marzo de 2016

Comer carne para hablar bien










Cráneo de Homo erectus 
(Homo erectus tautavelensis 450.000 a.C.) 

Procedente de la Caune de l'Agragó
Musée de Préhistoire de Tautauvel (Francia) 



Según un reciente artículo publicado en la revista Nature (9 de marzo de 2016), la introducción en la dieta humana de la carne cruda comportó cambios morfológicos importantes que habrían sido determinantes para adquirir un lenguaje hablado. 

Sabíamos ya que en la época del Homo erectus, hace unos 2.000.000 de años, la introducción de la carne en la dieta fue fundamental para el aumento del volumen del cerebro de nuestros antepasados. Pero curiosamente, desde que los homínidos comenzaron a comer carne, sus dientes se volvieron más pequeña y sus músculos masticatorios más gráciles. Los humanos eran incapaces de masticar la carne si no se cortaba previamente en trozos pequeños con algún utensilio.   

Katherine Zink y Daniel Liebermann, los autores del estudio intentaron evaluar el esfuerzo muscular necesario para masticar carne cruda y llegaron a la conclusión que se requería mucho menos esfuerzo  que el necesario para masticar fibras y granos vegetales, a condición de que fuera cortada o machacada previamente. Los chimpancés, por ejemplo, tienen unos dientes muy parecidos a los nuestros, pero estos animales se muestran muy poco preparados para masticar carne cruda, que representa un 3 % de su dieta. Un chimpancé necesita unas 11 horas para comerse un solo calabus (un mono pequeño, del tamaño de un gato). Un esfuerzo que realmente le compensa muy poco.  

Los autores realizaron un experimento consistente en dar a comer carne cruda y otros alimentos ricos en almidón como los consumidos en el Paleolítico inferior (boniatos, remolachas o zanahorias) a 34 individuos divididos en tres grupos por edades con el fin de analizar la fuerza y el tiempo que necesitaban para masticar cada alimento hasta triturarlo y poder tragarlo. Observaron que la alimentación exclusivamente vegetal requería más esfuerzo que comer carne cruda, a condición de que la carne estuviera cortada en trozos pequeños antes de masticarla. 


Recreación de un 'Australopitecus', a la izquierda, y de un 'Homo erectus', a la derecha.
(Tomado de elmundo.es)


Consumir una dieta compuesta en una tercera parte de carne y trocear o machacar los alimentos con ayuda de herramientas líticas podría haber reducido en un 17% el tiempo de masticado y en un 26% la fuerza requerida para procesar y poder tragar esa comida. 

Así que la conclusión fue que Homo erectus aprendió a cortar la carne en trozos pequeños para poderla masticar. Más tarde aprendería que si además la cocinaba el esfuerzo todavía era menor. Al trabajar menos el maxilar, la cara se adelgazó y los dientes disminuyeron de tamaño, cosas que según el estudio citado, pudo haber favorecido la emergencia de otras cualidades, como la posibilidad de articular mejor las palabras.  

Así que en cierto modo, los humanos podemos hablar gracias a que aprendimos a comer carne adecuadamente. 



Bibliografía: 

Zink KD, Lieberman DE. 

Impact of meat and Lower Palaeolithic food processing techniques on chewing in humans. 
Nature
 
 
doi:10.1038/nature16990

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