viernes, 23 de septiembre de 2016

Experimentos médicos no éticos (I): el estudio Tuskegee







Extracción de sangre en el Experimento Tuskegee 
(1932)

Fotografía

Archivos Nacionales. Atlanta.  



El 16 de mayo de 1997, durante una ceremonia en la Casa Blanca, el presidente Bill Clinton pidió perdón por el Estudio Tuskegee, un largo estudio no terapéutico para intentar conocer la historia natural de la sífilis, y en el que se negó el acceso al tratamiento de la enfermedad a un grupo de varios centenares de varones negros del estado de Alabama. Según el presidente Clinton este estudio se había convertido en el símbolo del racismo en medicina, de lo que no ha de ser una investigación, de la arrogancia médica y de la opresión del Gobierno sobre la población negra.  Ante 5 de los 8 supervivientes del experimento, Clinton declaró:
“No se puede deshacer lo que ya está hecho, pero podemos acabar con el silencio.....Podemos dejar de mirar hacia otro lado. Podemos miraros a los ojos y finalmente decir de parte del pueblo americano, que lo que hizo el gobierno estadounidense fue vergonzoso y que lo siento”

El Experimento Tuskegee sobre sífilis fue un estudio clínico realizado entre 1932 y 1972 por el Servicio Público de Salud de los Estados Unidos (en adelante PHS, U.S. Public Health Service). Su objetivo era estudiar la evolución natural de esta enfermedad en ausencia de tratamiento. Se realizó sobre un grupo de población rural de raza negra de bajo nivel adquisitivo y cultural y no se interrumpió a pesar de la introducción de tratamientos eficaces (penicilina) para la resolución de la enfermedad durante estos años (1945).

El PHS, en colaboración con el Instituto Tuskegee comenzó el estudio en 1932. Bajo varios supervisores, el estudio continuó hasta 1972. Durante el dilatado período del estudio (40 años), muchos de sus integrantes murieron a causa de la sífilis y nacieron niños afectos de sífilis congénita, ante la impasibilidad terapéutica de los médicos que seguían el experimento. El Estudio sobre sífilis de Tuskegee ha sido calificado como "posiblemente la más infame investigación biomédica de la historia de los Estados Unidos", originó el informe Belmont sobre bioética y fue reprobado por diversos informes posteriores.

Antecedentes y planteamiento inicial del estudio

En la literatura médica del primer tercio del s.XX era frecuente afirmar que la sífilis terciaria solía afectar más al sistema nervioso en los blancos, mientras que la afectación cardiovascular era más frecuente entre las personas de piel negra. Sin embargo, en 1928, Bruusgard había realizado una investigación en Oslo, estudiando las manifestaciones patológicas de la sífilis no tratada en centenares de hombres blancos, encontró una mayor afectación cardiovascular, mientras que los casos con afectación neurológica eran escasos en su revisión. El trabajo noruego era un estudio retrospectivo en el que los investigadores habían recopilado información de pacientes que estaban ya contagiados y habían permanecido cierto tiempo sin tratamiento.

En EEUU se decidió hacer un estudio similar al de Oslo, estudiando la incidencia de la sífilis en el condado de Macon, una zona de Alabama con una alta incidencia de sífilis. Según los datos preliminares, más de un 35-40% de los grupos estudiados de todas las edades tenían serología positiva. La idea original partió al parecer de Taliaferro Clark, que propuso observar la evolución de enfermos de sífilis no tratados durante un período de 6 - 8 meses, pasando a continuación a tratarlos según los estándares de la época, que incluían Salvarsan (Arsfenamina, derivado arsenical introducido en 1909 por Paul Ehrlich), y bismuto (introducido por Levaditi y Sazerac, 1921). Esta pauta terapéutica (habitual en aquel tiempo) era efectiva, aunque bastante tóxica. El equipo del estudio formaba parte de la sección de enfermedades de transmisión sexual del PHS. El Instituto Tuskegee cedió las instalaciones de su hospital afiliado al PHS para la realización del estudio, con la intención inicial de mejorar la salud pública de la población de esta localidad, compuesta en su mayor parte por afroamericanos de muy bajo nivel económico-social.

Los investigadores tomaron un grupo de 600 individuos afroamericanos de Macon County (Alabama); 399 de ellos habían contraído la sífilis previamente antes de ser incluídos en el estudio y un grupo control de 201 hombres sanos. Los participantes en este estudio, en su mayoría analfabetos, recibían atención médica gratuita, una comida diaria y un seguro de 50 $ para cubrir sus gastos de entierro, en caso de fallecimiento. No se les comunicó que tenían sífilis ni se les trató. Se les dijo simplemente que tenían “mala sangre” un término popular local que englobaba de forma vaga varios diagnósticos como sífilis, anemia y fatiga.

Un estudio a largo plazo: Cobayas humanos

Aunque el crack de 1929 amenazó gravemente su financiación, el estudio continuó. Se planteó incluso efectuar una observación más larga, lo que motivó algunas dimisiones entre los miembros del equipo médico. Pero el afán de experimentación se impuso y se decidió - al margen de toda ética - seguir observando a los enfermos de sífilis sin realizar ningún tipo de tratamiento

Carta enviada a los sujetos del estudio
ofreciéndoles un «tratamiento especial».
Las consideraciones éticas, que desde el principio fueron muy poco consideradas, fueron cada vez más débiles. No sólo los sujetos del estudio no fueron informados, sino que se llegó a recurrir al engaño, para conseguir su colaboración. Para asegurar la presencia de los sujetos en un procedimiento de alto riesgo y no terapéutico como la punción lumbar, Vonderlehr, uno de los supervisores del estudio, envió a todos los pacientes una engañosa carta titulada Última oportunidad para un tratamiento especial y gratuito (Last Chance for Special Free Treatment). El estudio también solicitaba de los sujetos autorizar la autopsia tras la muerte, con la excusa de recibir el seguro que cubría los gastos del sepelio. Se conservan cartas de Wenger felicitando a Vonderlehr por su "estilo para escribir cartas tramposas a los negros".  Una muestra del constante desprecio con el que algunos investigadores trataban al grupo estudiado, considerándolo como auténticos cobayas humanos.

Esta era la convicción de muchos de los investigadores. Estaban obsesionados con obtener datos para la ciencia, por encima de cualquier consideración ética. Los enfermos estudiados eran objetos de experimentación, no seres humanos a los que curar. Heller, Director de la división de enfermedades venéreas del PHS  y que fue uno de los directores que tuvo el estudio a principios de los 40, afirmaba:
La situación de los hombres no justifica el debate ético. Ellos eran sujetos, no pacientes; eran material clínico, no gente enferma”.
E intentaba justificar a los médicos que colaboraron en el estudio:
“Para la mayoría, los doctores y el personal civil simplemente hicieron su trabajo. Algunos meramente siguieron órdenes, otros trabajaron para gloria de la ciencia”
Tal vez fuera esta convicción la que hizo que el estudio no fuera ocultado, ni realizado clandestinamente. En 1934 se publicaron los primeros datos clínicos, y en 1936 el primer informe. No era un estudio secreto, numerosos datos y artículos fueron publicados a lo largo de todo el experimento.

Desarrollo de tests no treponémicos

La mayor utilidad del Experimento Tuskegee fue la de proveer de suero para desarrollar y estandarizar los tests serológicos para el diagnóstico de la sífilis. En principio, las investigaciones seguían dos líneas principales: la de comprobar y estandarizar los tests diagnósticos ya existentes y la del desarrollo de nuevos tests. 

El experimento Tuskegee se convirtió en un instrumento para la política sanitaria internacional del PHS. Las investigaciones serológicas y el lucrativo comercio de tests diagnósticos permitió al PHS hacer frente a la investigación alemana, pionera en este campo y conquistar un lugar de privilegio en la OMS.

Lamentablemente, todos los médicos del mundo recurrimos - sin saberlo - a solicitar analíticas para la sífilis que incluían el test VDRL (en aquel momento muy útil para diagnosticar la sífilis). Un test que se realizaba con suero de pacientes engañados del experimento Tuskegee. 

(Continuará)

(Artículo extractado de: X. Sierra. El experimento Tuskegee.  En: Cuesta E,  López-Muñoz F. (ed) Cuando la Medicina no cura. Ed. Delta. Madrid, 2016)



El terrible experimento Tuskegee




Bibliografía




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jueves, 22 de septiembre de 2016

El tratamiento empírico de las tiñas de los hermanos Mahon.








 Tarro de pomada
(s. XIX) 

Porcelana pintada.  6,5 cm.
Societé d'Histoire de la Pharmacie. Paris. (1)





Este tarro contuvo la pomada de los hermanos Mahon, un tratamiento legendario y dudosamente efectivo al que se sometía a los niños tiñosos en el s. XIX. Su principio era producir una depilación de la zona y evitar así la extensión de los hongos productores de la enfermedad.

En el hospital Saint Louis de París, a principios del s.XIX, los casos de tiñas, favus y otras afecciones del cuero cabelludo fueron confiados a los cuidados de los hermanos Mahon. Estos curiosos personajes, que no eran licenciados en Medicina, ni cirujanos, ni boticarios, practicaban una terapia de base empírica y poco científica, usando polvos y emplastos depilatorios cuya composición exacta se desconoce. Los Mahon guardaban celosamente la fórmula de su tratamiento, que explotaban con finalidad lucrativa y comercial, y se llevaron a la tumba la preciada fórmula secreta. Sin embargo, es probable suponer que contenía sustancias como carbonato sódico e hidróxido potásico. A través de los escritos de Bazin conocemos la descripción de las líneas básicas del tratamiento:

          "El método de los hermanos Mahon consiste en practicar la depilación por medio del peine y de los dedos. El cuero cabelludo es tratado previamente y durante un tiempo más o menos largo, siendo friccionado con ciertas pomadas de las que sólo los autores o los herederos de su secreto conocen la composición. Se espolvorean los cabellos con el polvo nº 1 o nº 2 y después se presiona este polvo sobre el cuero cabelludo, haciéndolo penetrar en los folículos frotando con la yema del pulgar, arrancando a continuación los cabellos con los dedos como quien despluma una gallina" (Bazin, 1853) 

     Pese a todo el misterio que rodeaba a su tratamiento, y a su falta de preparación en cualquier rama de las ciencias de la salud, los hermanos Mahon obtuvieron del Consejo General de la Ciudad de París la autorización para experimentar su técnica en el hospital de Saint-Louis de 1809 a 1813. Tras este período experimental, los resultados  debían ser satisfactorios, ya que de 795 niños tratados, se curaron 527, por lo que los hermanos Mahon recibieron la concesión para seguir tratando tiñas en el hospital, recibiendo una subvención de 6 francos por caso curado.

Bazin también testimonia sus buenos resultados:

          "El tratamiento de los hermanos Mahon cura, si no todas las tiñas, al menos un gran número de ellas"

      Los hermanos Mahon no sólo practicaron su método en el hospital Saint Louis de París, sino también en otras ciudades francesas, como Lyon, Rouen, Dieppe, Louviers y Elbeuf. Asimismo parece que tuvieron sustanciosas ofertas económicas para ir a practicar su método a Inglaterra, aunque no llegaron a ir, al parecer por consideraciones de tipo social:

          "la sola consideración de no privar a nuestros conciudadanos de nuestro método, contra una afección que pesa sobre todo sobre los más desafortunados, nos ha llevado a rechazar brillantes ofertas que habrían necesitado nuestra estancia en Inglaterra"

El libro sobre tiñas del menor de los hermanos Mahon
     En 1829, el menor de los hermanos Mahon publicó un libro recogiendo sus 21 años de experiencia en este campo (1807-1828). Se trata de una obra encaminada sobre todo a hacer publicidad de las fórmulas comerciales de los Mahon, subrayando los mejores resultados obtenidos frente a otros tratamientos de aquel tiempo. En su introducción, Mahon el joven agradece a quienes han apoyado su proyecto, entre los que se cuentan Alibert, Biett y Richerand. 

     Debemos decir que el libro de Mahon el joven, por su empirismo e interés preponderantemente comercial tiene un valor limitado desde el punto de vista médico y en conjunto se limita a poner de manifiesto la precariedad de las posibilidades terapéuticas de la época. En cambio, constituye el primer estudio epidemiológico en dermatología, refiriendo los casos de favus tratados en el hospital Saint Louis y en otros centros durante 21 años. Asimismo, se hace un cálculo del coste del tratamiento, en un intento de demostrar que su método es no solamente el más efectivo, sino además el menos caro. Se calcula a la vez el período de hospitalización de los pacientes y el coste de esta hospitalización: el tratamiento de cada enfermo sólo costaba 1'25 francos a la administración.  En este sentido debemos considerar esta obra como el primer estudio de farmaco-economía de todos los tiempos.



   
Ilustraciones representando tiñas del cuero cabelludo, en el libro de Mahon 

     Además de estos aspectos, hay que señalar que en la obra de Mahon hay un pasaje de sumo interés: la primera descripción de una nueva infección del cuero cabelludo, desconocida o casi desconocida hasta entonces en Europa. Al parecer, provenía de las colonias de la India y el Sudeste asiático. Los hijos de los colonizadores ingleses y franceses se contagiaban allí y al volver a Europa  habían introducido la enfermedad. Producía una zona bien limitada, circular u oval de cabello más corto, ralo, que  recordaba la tonsura que entonces llevaban los sacerdotes católicos en la coronilla. Por este motivo el mayor de los hermanos Mahon la llamó tiña tonsurante, nombre que según Lailler

          "es en sí mismo una definición" 

     Mahon el joven lo describió por primera vez en su libro:

          "Los individuos afectos de la tiña, dijo, siempre han presentado en el cuero cabelludo al menos una tonsura más o menos extensa, pero siempre regularmente circular, en donde los cabellos estaban cortados de forma natural, o mejor dicho, cortados un poco por encima de la epidermis. En esta localización, la piel estaba extremadamente seca, más compacta, más apretada que las partes sanas vecinas; las asperezas que sobresalían eran detectadas por la vista y sobre todo por el tacto; se parecían a las que aparecen como consecuencia del frío súbito, o tras un escalofrío causado por una sensación de horror, es decir a lo que se llama vulgarmente carne de gallina. El tinte de la piel era un poco azulado; pero cuando se rascaba, la superficie sometida a este tratamiento se recubría de un polvo muy fino y muy blanco, que se puede comparar a harina muy fina"

     Como puede verse, se trata de una descripción clínicamente válida aún hoy. Por la descripción cabe suponer que se trataba de lo que actualmente reconoceríamos como una tiña microspórica: placas más o menos grandes, redondas, con cabellos rotos visibles, y superficie pulverulenta.

     Además, Mahon no sólo describe la tiña tonsurante, y la relaciona nosológicamente con el favus (de ahí su nombre tiña) sino que ya señala su carácter contagioso, su propagación frecuente a la piel lampiña, e incluso apunta la posibilidad de transmisión a las uñas, describiendo con detalle la descamación característica del lecho ungueal. Es curioso constatar que, como señalaba Sabouraud a principio del siglo XX, una buena parte de las manifestaciones clínicas de las tiñas fueran señaladas a la vez y precisamente por un observador que no era médico. Tal vez por esta última razón, los descubrimientos de los hermanos Mahon encontraron una repercusión muy limitada y algunos aspectos de los que habían reseñado fueron prácticamente olvidados.



Bibliografía 



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Bazin E. Recherche sur la nature et traitement des teignes. Masson. Paris, 1853
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Lailler. Leçons sur les teignes, recueillies par Landouzy. Paris, 1878
Bazin E. Leçons théoriques et cliniques sur les affections cutanées parasitaires. A. Delahaye. Paris, 1858

La pomada dels germans Mahon. https://cegmenorca.wordpress.com/2014/07/15/la-pomada-dels-germans-mahon/

miércoles, 21 de septiembre de 2016

El rayo, la ira de Júpiter

  





Divinidad masculina, llamado Júpiter de Esmirna
(150 d.C, restaurado por Grénier en 1684)

Estatua de mármol. 2,34 m de alto. 
Museo del Louvre. París



Esta estatua fue descubierta en 1680 en Esmirna (la actual Izmir, en Turquía) y ofrecida como regalo a Luis XIV por el representante de Francia en aquella escala de Levante. Probablemente en origen representaba a Asclepios, pero el rey la hizo restaurar antes de colocarla en sus jardines de Versalles. 

Pero Luis XIV quería que la nueva estatua transmitiera un mensaje subliminal. Quería que fuera una apología encubierta de la monarquía, del poder absoluto. Por eso quiso transformarla para que representara a Júpiter, la versión romana de Zeus, el más poderoso de los dioses, el todopoderoso rey de los cielos.  Tener la representación de Júpiter presidiendo una de las avenidas de sus jardines haría que quien la contemplara extrapolara el poder divino a su propio poder, el del rey Sol.  Tenía que modificar la escultura, añadirle un atributo que dejara claro su nuevo simbolismo.

La restauración fue llevada a cabo en 1684 por Grénier, que le añadió un brazo con el que empuña un rayo, con poderoso ademán. El rayo, el más preciado símbolo de poder de Júpiter. De este modo, la estatua se convirtió en una representación del padre de los dioses (Iupiter fulgur, el que empuña el rayo), y así fue colocada en 1696 en la avenida norte de los jardines de Versalles hasta que fue retirada durante la Revolución Francesa para formar parte del Museo de las Artes de la Revolución. 

En la mitología griega, Zeus (Ζεύς) era el padre de los dioses. Monarca del cielo, presidía el Olimpo y tenía el poder de reunir las nubes y formar tempestades. Se le representaba con un rayo o un haz de rayos en una mano, uno de sus más conocidos atributos (keraunós, Κεραυνός). El relámpago era un regalo que le habían hecho los Cíclopes, en agradecimiento por haberlos liberado. 


Zeus blandiendo el rayo (Pintor de Berlín).
Cerámica de figuras rojas. Museo del Louvre. 




Zeus usaba el rayo como una poderosa arma, lanzándola contra quien quería castigar. Este fue el caso de Asclepios, el médico, a quien Zeus fulminó con el rayo, irritado porque se había extralimitado en el ejercicio de sus poderes curativos y había osado resucitar a Hipólito, hijo de Teseo, que había muerto. Resucitar a un muerto era alterar el orden de la Naturaleza, una osadía que provocó la ira del dios. 

Actualmente, los accidentes por rayos son bastante raros, aunque al parecer son cada vez más frecuentes. Se calcula que se produce 1-1,5 casos por millón de habitantes y año, aunque al parecer esta proporción está en aumento. A veces, un solo rayo puede causar varias víctimas. Hace poco (28 de mayo de 2016) un rayo cayó en un parque de París hiriendo a 11 personas.  

Los relámpagos se producen en el interior de los cumulonimbos, nubes de tormenta repletas de cargas eléctricas. Las cargas positivas se acumulan en la parte alta de la nube y las negativas en la base. En el suelo, bajo el nubarrón,  las cargas positivas suben hacia la superficie, atraídas por sus contrarias. Las cargas eléctricas negativas bajan entonces a su encuentro, de forma brusca y rápida, produciéndose el relámpago. 

El aire actúa como aislante, o sea que el flujo eléctrico del rayo busca los objetos sólidos más altos, como los árboles, por ejemplo. También un cuerpo humano de pie y aislado ofrece un buen objetivo para la descarga eléctrica descendente. La piel húmeda ofrece poca resistencia y el sistema circulatorio y nervioso son excelentes conductores. Una sola descarga puede llegar a 100 millones de voltios, con una intensidad de 25.000 amperios y 8.000 grados Cº, por lo que es un impacto brutal para un humano, a pesar que dura solamente una fracción de segundo. Como ya observó el científico romano Plinio, en el s. I d.C. el impacto es tan rápido que quien ve el resplandor del relámpago o oye el trueno, no  será la víctima de ese rayo. 

El efecto del rayo en el organismo humano depende de como se reciba la descarga:

  1. Rayo directo. Es, desde luego, la forma más grave.
  2. Rayo lateral.   Una persona en contacto con el suelo se protege en una estructura conductora, como un árbol o una tienda, que le transmiten la descarga.
  3. Electrización por contacto con estructuras conductoras. Al tocar un objeto de metal, por ejemplo, o agua salada (en el mar). 
  4. Transmisión por contacto entre personas. Personas que se dan la mano o se tocan pueden transmitir la descarga eléctrica en cadena. 
  5. Transmisión por vías eléctricas o telefónicas. los rayos pueden recorrer las conducciones eléctricas y electrocutar a quien esté hablando por teléfono en aquel momento, por ejemplo. 
  6.  Daños indirectos. Efectos acústicos, deslumbramiento, traumatismos producidos por la caída o por la proyección de objetos alcanzados por el rayo.  


Cuando un rayo alcanza a una víctima, la corriente eléctrica atraviesa muy rápidamente el cuerpo o resbala por la piel. A veces pueden verse puntos negros en la piel del electrocutado que indican las puertas de entrada y de salida del rayo, en su camino hacia el suelo. 

A nivel de la piel, si la corriente no toca el cuerpo más que superficialmente, ocasiona quemaduras más o menos graves, que toman un aspecto característico en hojas de helecho, probablemente al seguir las zonas de microvascularización. Cuando son más profundas, producen necrosis de tejido muscular o óseo.  




En los primeros momentos después del impacto, la víctima puede presentar una asfixia: queda inmóvil, en apnea, con la cara y las extremidades cianóticas por la ineficaz o nula ventilación. Si la corriente eléctrica ha pasado por el corazón, se produce un paro cardíaco, con palidez intensa y un pulso imperceptible, un estado de muerte aparente que requiere una reanimación inmediata (masaje cardíaco y respiración boca a boca). 

Los síntomas neurológicos son frecuentes, y pueden ir desde la simple pérdida de conocimiento al coma con lesiones cerebrales. La amnesia se produce en casi todos los casos. 

También hay un importante riesgo de lesiones oculares (perturbaciones de la visión, afectación de la córnea, lesiones de opacificación, catarata) y auditivas  (sordera de transmisión debido a una destrucción del tímpano y del oído medio). 

En las ocasiones en las que el rayo penetra a través de un teléfono puede conllevar electrización, barotraumatismo y quemaduras en la oreja y en el conducto auditivo externo). 

En resumen los efectos producidos por los rayos son:
      1. Quemaduras en la piel. 
      2. Rotura del tímpano. 
      3. Lesiones en la retina. 
      4. Caída al suelo por onda expansiva. 
   5. Caída al suelo por agarrotamiento muscular debido a una tensión de paso ligera. 
      6. Lesiones pulmonares y lesiones óseas. 
      7. Estrés post-traumático. 
      8. Muerte por: 
     8.a. Paro cardíaco. 
     8.b. Paro respiratorio. 
     9.c Lesiones cerebrales.





Como Actuar para Evitar los Rayos si nos encontramos con una tormenta con aparato eléctrico en el monte:




  • Evitar los lugares elevados (cumbres, cimas, lomas). Refugiarse en zonas bajas no propensas a inundarse o recibir avenidas de agua. 

  • No echar a correr durante una tormenta y menos con la ropa mojada. Es muy peligroso, ya que se crea una turbulencia en el aire y una zona de convección que puede atraer el rayo.

  • Deshacerse de todo material metálico (piolets, bastones, mochilas con armazón...) y depositarlo a más de 30 metros de distancia. Los rayos aprovechan su buena conducción.

  • Evitar refugiarse debajo de un árbol o una roca o elementos prominentes solitarios. Un árbol solitario por su humedad y verticalidad aumenta la intensidad del campo eléctrico. En cambio, un bosque aunque sea pequeño (no un grupo de árboles) puede ser un buen refugio cobijándonos debajo de los árboles o arbustos de menor estatura.

  • Alejarse de objetos y elementos metálicos (vallas metálicas, alambradas, tuberías, líneas telefónicas e instalaciones eléctricas, raíles de ferrocarril, bicicletas y motocicletas, maquinaria). La proximidad con grandes objetos metálicos es peligrosa incluso cuando sin estar en contacto con ellos, ya que la onda de choque producida por el rayo calienta sobremanera el aire y puede causar lesiones pulmonares.

  • Alejarse de terrenos abiertos y despejados, como praderas, cultivos y campos de golf. En estas zonas un cuerpo humano sobresale bastante del terreno convirtiéndose en pararrayos.

  • Evitar el contacto con charcos o zonas mojadas. Salir inmediatamente y alejarse de ríos, piscinas, lagos, el mar y otras masas de agua.

  • Alejarse y no refugiarse en pequeños edificios aislados como graneros, chozas, cobertizos...las tiendas de campaña tampoco son seguras.

  • No refugiarse en la boca de una cueva ni al abrigo de un saliente rocoso, el rayo puede echar chispas a través de estas aberturas, algunas son incluso canales naturales de drenaje para sus descargas. Sólo estaremos seguros  en una cueva si es profunda y algo ancha, mínimo un metro a cada lado.

  • Lo más recomendable es ponerse en cuclillas, lo mas agachado posible, y permanecer quietos. Esta posición nos aislará bastante ya que no sobresalimos mucho sobre el terreno, procurando tocar el suelo solamente con el calzado: las suelas de goma nos aislarán de forma eficaz. Para estar más cómodos podemos sentarnos o tumbarnos sobre un objeto o material seco y aislante, incluso sobre la mochila si no tiene armazón metálico.

  • Si notamos cosquilleo en el cuerpo, se nos eriza el cabello, o vemos brillar y echar chispas un objeto de metal HAY QUE ECHARSE AL SUELO INMEDIATAMENTE porque la descarga de un rayo es inminente.

  • Si se va en grupo es aconsejable dispersarse unos metros y adoptar las posiciones y precauciones de seguridad, en caso de ir con niños para evitar el pánico o el extravío mantener contacto visual y verbal con ellos. Si un rayo afecta a una persona las demás en contacto pueden verse afectadas por la descarga, por esto mismo también es recomendable alejarse de rebaños y grupos de mamíferos.

  • Apagar los teléfonos móviles, ya que sus radiaciones electromagnéticas pueden atraer los rayos.

  • El mejor sitio para refugiarse a la intemperie durante una tormenta es un vehículo cerrado, un coche no descapotable, furgoneta, camión. Una vez dentro debemos apagar el motor, bajar la antena de la radio y desconectarla, cerrar las ventanillas y las entradas de aire. Aunque caiga un rayo en el vehículo este se cargará solo por el exterior mientras que el interior quedará intacto, fenómeno conocido como "Jaula de Faraday". Sin embargo, como precaución suplementaria, es mejor evitar entrar en contacto con objetos metálicos.

  • La creencia popular de que un rayo no cae dos veces sobre un mismo lugar es totalmente falsa


  • Como actuar si nos encontramos en una vivienda, refugio o cabaña:

    • No asomarse al balcón o ventanas abiertos para observar la tormenta.
    • Cerrar puertas y ventanas para evitar corrientes de aire.
    • Alejarse de la chimenea y NO hacer fuego en ella o apagarlo si esta encendido. De las chimeneas asciende aire caliente cargado de iones, lo que aumenta la conductividad del aire y abre una vía para las descargas eléctricas, actuando como un pararrayos.
    • En un piso o vivienda, hay que desconectar los electrodomésticos, los aparatos eléctricos y las tomas de antena de televisión ya que el rayo puede entrar por las conducciones de electricidad y TV causando daños o la destrucción de estos objetos.
    • Una buena manera de aislarse es sentarse en una silla que no sea de metal apoyando los pies en la mesa u otra silla tampoco metálicos. Lo mejor es tumbarse en una cama o litera y más aún si son de madera.


    Como actuar si una persona ha sido alcanzada por un rayo: 
    • La descarga eléctrica no permanece en la víctima, por lo que la podemos atender con toda seguridad.
    • La víctima puede tener quemaduras en donde penetró el rayo y también por donde salió, así como en las zonas en contacto con partes metálicas. También puede tener dañado el sistema nervioso, haber perdido la visión y la audición y tener algún hueso roto.
    • En todo caso hay que pedir urgentemente asistencia médica y si no respira o el corazón ha dejado de latir tratar de reanimarla con los procedimientos habituales de primeros auxilios (masaje cardíaco y respiración asistida boca a boca).