martes, 12 de diciembre de 2017

Rilke: el poeta que murió por una rosa





Leonid Pasternak

Rainer Maria Rilke en Moscú

(1928) 

Óleo sobre lienzo
Colección de Bajer. Weimar.   




Rainer Maria Rilke (1875 - 1926) fue un poeta checo que escribió habitualmente en lengua alemana. Amplió los límites de expresión de la lírica y extendió su influencia a toda la poesía europea, siendo considerado uno de los poetas más importantes de la literatura universal. También escribió varias obras en francés. 



Lou Andreas-Salomé


Tras un breve intento de carrera militar, estudió historia del arte e historia de la literatura en Praga. Más tarde residió en Munich, donde en 1897 conoció a Lou Andreas-Salomé, una rusa de San Petersburgo, casada con un catedrático de lenguas asiáticas. Lou se dedicaba a enamorar a hombres de gran nivel, a los que luego abandonaba. Por su vida pasaron Nietzsche, Freud y Mahler. Rilke tenía 21 años cuando fue arrastrado por la personalidad de esta mujer libre, casi quince años mayor que él. Entre los dos establecieron una complicidad amorosa, y al mismo tiempo una gran admiración que al final desembocó en una amistad estética. Vivieron y viajaron juntos. Ella le llevó a Italia y también a Rusia, su patria, donde pudo conocer a León Tolstoi. 

En 1900 Rilke se trasladó a Worpswede. Poco después se casó con la escultora Clara Westhoff, con la que tuvo a su única hija, Ruth, y a cuyo lado escribió el Libro de horas. Cuando se separaron, se instaló en París, donde durante ocho meses trabajó como secretario privado de Rodin. Allí escribió Canto de amor y muerte del alférez Cristobal Rilke, y más tardLos cuadernos de Malte Laurids Brigge



Rainer M. Rilke




Tras una crisis personal, emprendió nuevos viajes: a Egipto y África del Norte (1910-1911) y a España (1912-1913), persiguiendo el misticismo del Greco. En 1911 y 1912, la princesa Marie von Thurn und Taxis, lo invitó a instalarse en el castillo de Duino, en Trieste, donde escribió precisamente las Elegías de Duino.

Durante la I Guerra Mundial fue movilizado, aunque pronto fue licenciado por problemas de salud. De esos años es la intensa relación amorosa con la polaca Baladine Klossowska, madre de P. Klossowski y del pintor Balthus, presuntos hijos naturales nunca reconocidos por el poeta. Tras la guerra residió en Suiza y en 1922 vivió en el castillo de Muzot, donde finalizó las Elegías. 

Rilke gozaba de mala salud y en el último año de su vida (1926) enfermó de leucemia, contra la que intentaba luchar en diversos balnearios. Un día de diciembre, Rilke estaba cortando rosas para hacer un ramo de ellas que regalar a una amiga y admiradora, la modelo egipcia Nimet Eloui Bey, cuando se pinchó con una espina del rosal. 




Vidriera modernista con rosas. Museo de Arte de Cerdanyola

Aquella herida aparentemente banal causada por la espina de la rosa tuvo un curso tórpido, no curaba por más tiempo que pasaba y supuraba continuamente. Todo el brazo se hinchó considerablemente. Las heridas producidas por plantas tienen una alta probabilidad de infectarse, debido a la falta de esterilidad del ambiente en el que viven, lleno de polvo y frecuentado por los insectos. Además suelen quedarse restos vegetales en el interior de la piel. Por otra parte, la inmunidad del escritor no debía ser muy buena, a causa de su leucemia. Así que, la herida, infectada, se complicó, y acabó dando lugar a una septicemia, una infección generalizada que acabó con su vida. Una complicación similar por cierto a la que acabó con la vida del músico Scriabin.

Hay quien se olvida de la leucemia, auténtica causa de la muerte de Rilke y sólo se acuerda de la rosa. Como él mismo escribió en Las elegías del Duino"Lo bello no es sino el comienzo de lo terrible". Hay que reconocer que para un poeta, pocas muertes hay más dignas que morir a causa de una espina de una rosa, cortada para una amiga. Tanto que hasta nos olvidamos de su leucemia de base. 

El epitafio que el propio Rilke creó para su tumba fue:

Rosa,
oh contradicción pura,

         placer, 

ser el sueño de nadie 
bajo tantos párpados.


    Rose, 
    oh reiner Widerspruch, 
    Lust, 
    Niemandes Schlaf 
    zu sein unter soviel Lidern.


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