viernes, 21 de abril de 2017

Sudor inglés, una enfermedad desaparecida.






Atribuído a John Nixon

El sudor inglés
(1799)

Dibujo satírico, grabado y coloreado
Wellcome Library. Londres. 




El presente grabado satírico, representa a seis amigos que hacen creer a un personaje aprensivo que padece la enfermedad del sudor inglés (una patología que ya no existía en este momento), con lo que consiguen que se quede en casa y se pierda la fiesta.  

La enfermedad conocida como "sudor inglés" (o sus variantes 'sudor anglicus' o 'pestis sudorosa'), atemorizó a los varones adinerados británicos en la época Tudor, durante casi un siglo. La enfermedad se originó en el Reino Unido, donde se registraron cinco oleadas durante los siglos XV y XVI antes de desaparecer sin dejar rastro en el año 1552.

La epidemia, que causaba una alta mortalidad (algunas ciudades perdieron más de un tercio de su población), comenzó en la localidad de Milford Haven, en el suroeste de Gales, poco después de la coronación del rey Enrique VII (agosto de 1485). Las primeras referencias indican que afectó a la flota que transportaba a las tropas del duque de Richmond en el marco de la guerra de las Dos Rosas y que tras su llegada a los puertos británicos se expandió por pueblos y ciudades.


Arthur, príncipe de Gales, que murió por el sudor
inglés. Pintura de 1501. 
La enfermedad afectaba principalmente a los varones especialmente los pertenecientes a las clases sociales altas y medias. Así, los primeros en morir en Londres fueron el alcalde y sus concejales. Se aceptaba la leyenda - muy improbable - de que esta epidemia únicamente afectaba a los británicos, de manera que ningún extranjero residente en Reino Unido fue contagiado por este extraño sudor, lo que explica el nombre que se le dió. 

Los primeros síntomas, que duraban hasta tres horas, eran palidez, fiebre, violentos escalofríos, mareos, dolor de cabeza, cuello y hombros y agotamiento general. Más tarde aparecía somnolencia, hemorragias nasales y convulsiones. El curso de la enfermedad era muy rápido: los pacientes fallecían entre 4 y 12 horas después de experimentar las molestias. Si superaban las primeras 24 horas, sobrevivían. 

Ericius Cordus: Der Englische Schweiß, 1529.
Pero además de selectiva, la epidemia destacó sobre todo por su alta letalidad: algunas ciudades inglesas perdieron más de un tercio de sus habitantes. Los síntomas eran muy distintos a otra enfermedad bien conocida y muy extendida, la peste bubónica, pero como ésta era capaz de provocar muchas muertes en poco tiempo. Hasta nosotros ha llegado un estudio titulado Der Englische Schweiß, sobre el "sudor inglés" realizado por el médico Euricius Cordus en 1529. Otro estudio, de John Caius, data de 1551 (Boke or Counseill against the Disease Commonly called the Sweate or Sweatyng Sicknesse). 



La misteriosa enfermedad desapareció poco después tan rápidamente como había llegado, aunque volvió a aparecer al cabo de unos diez años. Así se sucedieron varias oleadas, casi siempre en verano y que afectaron solamente a Inglaterra (en 1485/1486, 1502, 1507, 1517, 1528/1529 y 1551/1552). El único brote epidémico que llegó al continente europeo fue el de 1528. Primero se dieron casos en Hamburgo (donde causó un millar de muertos en una semana) y de ahí se extendió a Dinamarca, Suecia, Noruega, Suiza, Lituania, Polonia y Rusia, Bélgica y Países Bajos. En cada uno de estos países la enfermedad no duraba más de quince días y antes de terminar el año había desaparecido de todas partes, excepto en la parte oriental de de Suiza, donde permaneció hasta el año siguiente. El mal se declaró también entre los turcos que estaban asediando Viena en 1529, y contribuyó a que levantaran el sitio y se retiraran. 
Después de 1552, no se volvieron a registrar más casos y la enfermedad desapareció definitivamente. No obstante, hay que decir que entre 1718 y 1861, apareció la enfermedad conocida como "sudor de Picardía" por haberse originado en esta región francesa. Se extendió por Italia y Alemania con unas características parecidas al «sudor inglés», aunque de curso más largo (un período de una a dos semanas) y con menor mortalidad. Además iba acompañada de una erupción cutánea, tipo miliaria. 

No hay acuerdo sobre las causas de esta afección, aunque algunas hipótesis lo achacan a un tipo de gripe o a posibles infecciones por Hantavirus. En el caso de ser un hantavirus la enfermedad podría haber sido vehiculada por roedores o por la transmisión directa interhumana.  En 1981 John Wylie y Leslie Collier especularon sobre la posibilidad de una infección por arbovirus. Si así fuera, podría haber sido vehiculada por insectos o garrapatas. Muchos historiadores de la Medicina creen que la enfermedad tuvo su origen en la escasa higiene y en la contaminación por aguas residuales. Eso explicaría que se propagara especialmente en las ciudades, que era donde residían la mayoría de las personas con altos recursos económicos en aquel tiempo.

Como se puede ver, no sabemos mucho del sudor inglés, pero nos congratulamos de que haya sido una enfermedad que ha desaparecido espontáneamente de la faz de la tierra.


Bibliografía
Wylie J, Collier L. The English sweating sickness (sudor anglicus) A reappraisal. Journal of the History of Medicine and Allied Sciences 1981, 36: 425-45 Wylie y Leslie 
https://pida.nihlibrary.com/sites/pida.nihlibrary.com/files/pdf_files/1484-1508-1517-1528-1551_John%20A.H.Wylie_The%20English%20Sweating%20Sickness%20-%20SUDOR%20ANGLICUS%20-%20A%20Reappraisal._0.pdf

Carmichael AG. Sweating sickness. En: Kipple KF (ed) The Cambridge World History of Human Disease. Cambridge University Press, Cambridge, 1993: 1023-25.



miércoles, 19 de abril de 2017

Sifilíticos con nariz postiza







Nariz postiza
 Prótesis 
Wellcome Library. Londres



En la época en la que no había ningún tratamiento efectivo para la sífilis esta enfermedad estaba muy extendida y los que la contraían presentaban al cabo de unos años las formas avanzadas de la enfermedad (sífilis secundaria y terciaria), con la rica sintomatología que la caracteriza, la afectación visceral, cardíaca y nerviosa y finalmente, la muerte. 


Prótesis nasal de metal. s.XVII-XVIII
 Museo Wellcome. Londres. 
En la sífilis terciaria, uno de los síntomas frecuentes era la aparición de los llamados gomas. unos nódulos inflamatorios crónicos que evolucionan formando una necrosis que se traduce en un reblandecimiento interno, que posteriormente vacía al exterior su contenido, desprendiendo una sustancia de consistencia similar a la goma. El resultado es una gran destrucción de tejido. Una de las localizaciones más típicas era la afectación del cartílago nasal produciendo deformidades de la nariz características "en silla de montar". En fases más avanzadas se producía la total destrucción nasal.



Técnica de la rinoplastia de 
Gaspare Tagliacozzi. 

Clínica de la sífilis terciaria. Escultura 

Teniendo en cuenta la alta incidencia de la enfermedad y la elevada proporción de sifilíticos que llegaban a padecer la destrucción total o parcial de la nariz, no es de extrañar que las prótesis nasales estuvieran bastante extendidas. 

Lámina representando la destrucción
de la nariz por un goma sifilítico.
The Wellcome Collection
Otro de los remedios a los que se podía recurrir era la cirugía reconstructiva nasal, técnica que se había desarrollado sobre todo a partir de los trabajos del cirujano boloñés Gaspare Tagliacozzi (1545-1599), que procedía a tomar un colgajo de piel de la parte superior del brazo para remodelar la nariz. Mantenía el brazo unido a la nariz durante aproximadamente quince días. Posteriormente se separaba el brazo de la nariz. Describió minuciosamente esta técnica en su obra De Curtorum Chirurgia per insitionem (1597), que se considera un punto de partida esencial para la cirugía reconstructiva y estética. 


Bibliografía: 

Zimbler MS. Gaspare Tagliacozzi (1545-1599), Renaissance surgeon. Arch Facial Plast Surg. 2001;3(4):283-284.

martes, 18 de abril de 2017

El neceser de viaje de María Antonieta







Neceser de viaje de María Antonieta
(1791)

Estuche con accesorios de toilette 
y otros objetos personales.  
Caoba, cobre, piel, cristal, galuchat.
Museo Internacional de la Perfumería. Grasse




En el s. XVIII los viajes se refinan, y se desarrolla "el arte de viajar cómodamente". Una muestra es este neceser de la reina María Antonieta, que contenía los objetos que la soberana consideraba imprescindibles para desplazarse con un razonable confort.

Los maletines de viaje no eran una novedad. Hacía ya tiempo que se usaban. El rey Enrique IV de Castilla, por ejemplo, que se desplazaba continuamente, ya que carecía de corte estable, poseía varios. Entre ellos, uno dedicado exclusivamente a transportar sus perfumes. Lamentablemente solamente conocemos su existencia por referencias, ya que no se ha conservado ninguno de ellos.


Miniatura de María Antonieta.
Estos retratos solían transportarse en los viajes,
junto con otros objetos de uso personal.  
Los objetos de María Antonieta siguen siendo muy cotizados. En noviembre de 2015, la casa de subastas Christie's subastó una serie de objetos de la reina procedente de la colección de Liliane de Rothschild, por 659.000 € en total. En esta subasta un neceser de viaje de la reina alcanzó el valor de 49.500 €. 

Por esa razón es muy interesante conocer el contenido de este neceser de Maria Antonieta. Se trata del único equipaje que se conserva de su frustrada fuga a Varennes. Este neceser, según las memorias de su dama de confianza Madame Campan, es el que la Reina pensaba enviar a su hermana María Cristina de Habsburgo-Lorena en uno de sus numerosos cálculos para la evasión de Francia que iba elaborando en su reclusión. Su plan de fuga no podía pasar por alto un equipaje que, pese a su suntuosidad y sobre todo ante lo desesperado de su situación personal, consideraba de estricta necesidad. Si lo enviaba a su hermana, podría disponer de todo su contenido en cuanto se reuniera con ella. Para desviar las sospechas pidió que le dispusieran un neceser idéntico para su uso mientras estaba recluída en la Tullerías. 

Pero Madame Campan le hizo notar que este envío era bastante peligroso, ya que pondría sobre aviso a sus guardianes, y acabó por convencer a la Reina que desistió de su propósito inicial. Optó por llevar consigo otro neceser, mucho más reducido y fácil de transportar, con lo que ella consideraba lo más imprescindible, que es el que hoy comentamos. El neceser de viaje de Marie-Antoinette no deja nada a la casualidad: sus casillas, alvéolos, bandejas, cajones, contienen todos los utensilios para hacer frente a las necesidades de la vida durante su desplazamiento. 

La "cassette de nuit" como solía llamarse entonces estaba pensada para transportar artículos para el cuidado del cuerpo y perfumería, comidas y pequeños refrigerios, así como algunos accesorios domésticos.

Veamos su contenido: 








  1. Estuche de ébano.
  2. Estuche de marfil.
  3. Espejo con marco de plata y mango de marfil
  4. Tarros de porcelana para ungüentos
  5. Caja de ébano
  6. Caja de plata.
  7. Escupidera de porcelana
  8. Botella de cristal con tapón de plata bañado en oro (para transportar medicamentos)
  9. Botella de cristal con tapón de plata (para transportar cosméticos o medicamentos)
10. Botella de cristal con tapón de plata (para transportar cosméticos o medicamentos)
11. Botella de cristal con tapón de plata. Llena en sus tres cuartas partes de un líquido azul. Solían ser utilizadas para aguas de olor, aceites, colorantes, o licores
12. Botella de cristal con tapón de plata
13. Botella de cristal con tapón de rosca
14. Azucarero de plata
15. Taza para caldo con mango de ébano
16. Tazas de porcelana  
17. Aguamanil de plata
18. Calentador de plata para aguardientes
19. Calentador de plata con mango de marfil y  ébano
20. Tetera de porcelana


Bueno, esta relación de objetos es bastante más de lo que hoy consideraríamos imprescindible. Pero hoy vivimos de otra manera. Lo que es seguro es que un neceser así no pasaría el control de cualquier aeropuerto moderno. 

lunes, 17 de abril de 2017

Los malvados de cine, con problemas dermatológicos








Linda Blair

El exorcista
(1973)

Película dirigida por William Friedkin
Museo del Cinema. Girona.




Mis amigos los dermatólogos Rosa Taberner y Xurxo Romaní, seguidores habituales de este blog, han llamado amablemente mi atención sobre un reciente artículo publicado en la revista JAMA (Journal of American Medical Association, 5 de abril de 2017), lo que debo agradecerles. Por otra parte este artículo ha tenido una gran repercusión en diversos medios y redes sociales. 

Los Dres. Julie Croley, Richard Wagner (Universidad de Galveston, Texas) y Vail Resse (San Francisco, California) han  hecho la relación de los problemas dermatológicos que presentan los héroes y malvados en el cine y su importancia simbólica. Es esta una idea que hemos defendido repetidamente en nuestras publicaciones y conferencias y también en este mismo blog: El arte utiliza el simbolismo peyorativo de ciertas patologías cutáneas para denostar a los personajes "malos" (1, 2, 3, 4) así como el hirsutismo o la abundante vellosidad corporal, que ha veces ha sido usado como propaganda xenófoba o ideológica (5, 6, 7). Y el cine, el "séptimo arte" no es una excepción, como demuestra este trabajo de los investigadores americanos. 


El Dr. Hannibal Lecter en "El silencio de los corderos" presenta una alopecia androgenética masculina en un grado avanzado. 

Como es fácil suponer, los autores del artículo, además de médicos son grandes cinéfilos. Su estudio se basó en un listado de los 100 personajes más conocidos establecida por el American Film Institute (AFI). En esta lista aparecen tanto héroes como malvados. Los héroes se definen como personajes que se imponen en circunstancias excepcionales por su sentido de la moral y por su valentía, encarnando así lo mejor del género humano. Los villanos, por su parte, destacan por su egoísmo, su comportamiento tramposo y su maldad. A veces su comportamiento es claramente diabólico. El estudio tomó a los 10 héroes y a los 10 malvados más conocidos. 

Según sus resultados, 6 de los 10 villanos presentan problemas dermatológicos, de diversa índole. Continúan así la tradición artística que tantas veces hemos destacado en nuestro blog: los "malos" se representan con lesiones cutáneas que contribuyen a hacerlos más repulsivos o grotescos y a suscitar el rechazo por parte del espectador. La fealdad del cuerpo no es más que una manera de evidenciar la fealdad del alma. 

En cambio, entre los personajes "buenos", prácticamente no se hallan problemas dermatológicos de importancia. Como mucho, una ligera alopecia (comprensible en determinada edad) o alguna pequeña y anecdótica cicatriz (que puede interpretarse como un signo de valentía, de anteriores luchas por el triunfo del bien). Es el caso de Indiana Jones en "En busca del Arca perdida" o Rick Blaine en "Casablanca"

Darth Vader sin máscara:
calvo, con hiperpigmentación orbitaria
y cicatrices. El estereotipo de la maldad. 
Los villanos presentan calvicie en un 30% de los casos estudiados. Es el caso del Dr. Hannibal Lecter en “El silencio de los corderos”; el Sr. Potter en “La vida es bella”, o incluso Darth Vader cuando se quita su habitual máscara en “Star Wars Episodio V: El Imperio Contraataca”. 

La pigmentación periocular también se puede observar en un 30%, como es el caso de Regan McNeil en "El exorcista". En esta misma película, la niña poseída presenta abundantes heridas abiertas en la piel de la cara, que buscan acentuar un aspecto repulsivo como demopstración de la posesión demoníaca. 

El 20% de los "malos" presentaban además otras alteraciones como arrugas profundas, cicatrices importantes, verrugas o nevus intradérmicos o rinofima. En conjunto, los "malos" presentan alguna forma de patología dermatológica en un 60% de los casos. 


También en los dibujos animados. La reina malvada
 de Blancanieves, disfrazada de hechicera
presenta una cara con profundas arrugas y una 
"verruga de bruja", en una nariz roja 
y prominente que sugiere un posible rinofima. 
Entre sus conclusiones, los autores señalan el componente peyorativo de algunas patologías dermatológicas, que puede tener consecuencias en la vida real para ciertos pacientes: 


“Los resultados de este estudio demuestran la tendencia de Hollywood para representar las enfermedades de la piel en un contexto de maldad, lo que puede provocar consecuencias más allá del escenario teatral”
"Con profundas raíces en la cultura, el arte y la historia del cine al mismo tiempo, estos hallazgos dermatológicos se utilizan principalmente para dilucidar la dicotomía del bien y del mal a través de la representación visual y pueden fomentar una tendencia hacia el prejuicio en nuestra sociedad dirigida a las personas con enfermedades de la piel "

La relación de villanos y su  patología dermatológica, según el artículo de JAMA

Bibliografía 
Croley JA, Reese V, Wagner RF Dermatologic Features of Classic Movie Villains The Face of Evil.  JAMA Dermatol. Published online April 5, 2017. doi:10.1001/jamadermatol.2016.5979
http://jamanetwork.com/journals/jamadermatology/fullarticle/2614259







domingo, 16 de abril de 2017

Los juanetes de Narciso





Jan Cossiers

Narciso
(1636)

Óleo sobre lienzo. 97 x 93 cm
Museo del Prado. Madrid.   




Jan Cossiers (1600-1671) fue un pintor y dibujante flamenco. Nacido en Amberes, comenzó a formarse con su padre Anton Cossiers y con Cornelis de Vos. Tras realizar un viaje de estudios a Aix-en-Provence y a Roma, regresa a su ciudad natal donde es aceptado en el Gremio de pintores de San Lucas en 1627. En su estilo encontramos influencias de Rubens, Seghers y Jordaens, y tambien algunas resonancias de la escuela caravaggista romana. 

Cossiers cultivó en su juventud la pintura de género, y posteriormente realizó obras de tema mitológico, destacando las destinadas a la Torre de la Parada. A la muerte de Rubens le encargaron muchas pinturas de tema religioso. En esta etapa usa con más libertad el color y recurre a brillantes efectos de luz y sombras en un evidente sfumato.

La presente obra se dedica a la leyenda mitológica de Narciso (en griego Νάρκισσος). La versión más conocida de su historia es la que nos dió Ovidio en las Metamorfosis. Cuando nació Narciso, sus padres consultaron al adivino Tiresias, que les auguró que su hijo "viviría hasta edad avanzada si no se miraba". Sus padres escondieron cuidadosamente todos los espejos de la casa para garantizarle una larga vida. Narciso nunca había visto su rostro. Sin embargo, es difícil burlar al destino. 

Al pasar los años, Narciso llegó a ser un hermoso joven, cuya proverbial belleza cautivaba tanto a las doncellas como a los efebos. Pero Narciso rechazaba todas las proposiciones amorosas que recibía, incluso las de las hermosas ninfas, que también lo requerían, prendadas de un joven tan apuesto. 

Despechadas por sus constantes negativas, las ninfas pidieron a los dioses que Narciso fuese castigado por su orgulloso desdén. Némesis, la diosa de la venganza, le lanzó un maleficio: Narciso se enamoraría de forma irresistible de su propio rostro, si algún día lo llegaba a ver.  

Un día, Narciso se adentró solo en el bosque. Era verano, y hacía calor. Se acercó a una fuente de agua clara que manaba al lado de un estanque para beber y al inclinarse, vió su propio rostro reflejado en el agua de la fuente. Narciso se enamoró locamente de aquella hermosa cara, y no podía dejar de mirarla embelesado. Tan prendado estaba, que quiso besarla. Se inclinó sobre la alberca y al hacerlo, resbaló y se cayó al agua. Murió ahogado. La leyenda dice que al lado del estanque, en el lugar en el que el bello joven murió, brotó una hermosa flor. Una flor que tuerce la cabeza para poder verse reflejada en el agua: la flor del narciso. 


La flor del narciso (Narcissus pseudonarcissus L.)
El mito de Narciso ha sido ampliamente representado en las artes plásticas (Caravaggio, Nicolas Poussin...). En la versión de Jan Cossiers que comentamos hoy hay un curioso detalle satírico. Narciso, presenta los pies deformados por un hallux valgus bilateral (los conocidos vulgarmente como juanetes). La articulación metatarsofalángica del primer dedo del pie aparece engrosada, desplazada. Es verdad que los juanetes constituyen una patología muy frecuente, pero ponerlos en el cuerpo de Narciso, que es el paradigma de la belleza, tiene indudablemente un matiz indudablemente burlón. Y es que realmente, nadie es perfecto.