lunes, 15 de enero de 2018

El niño enfermo (II): Michelena






Arturo Michelena

El niño enfermo 
(1886) 

Óleo sobre lienzo 80,4 x 85 cm
Galería de Arte Nacional. Caracas



En una entrada anterior comentaba la aportación de la Dra. Francisca Martínez, que me había enviado vía Twitter dos pinturas por si quería comentarlas en el blog. Ya comentamos la primera de ellas, la obra de Carrière "El niño enfermo", y hoy comentaremos la segunda. Se trata de un óleo del pintor venezolano Arturo Michelena, con un título similar a la de Carrière, El niño enfermo y pintado solamente un año más tarde.  

Autorretrato de Arturo Michelena
Arturo Michelena Castillo (1863-1868), nació en la ciudad de Valencia (Estado Carabobo, Venezuela) el 16 de junio de 1863. Desde niño se destacó en la pintura, por lo cual, recibió una beca oficial, a los 22 años, para estudiar en París, donde se formó con Jean Paul Laurens (1885-1889). En 1887, participó en el Salón Oficial de los Campos Elíseos, con la obra “El niño enfermo”, que fue premiada con la Medalla de oro de Segunda Clase. Como era habitual en los trabajos académicos, el artista realizó algunos bocetos previos que muestran su preocupación por los distintos elementos del cuadro. 

La escena representada en la obra recrea un dormitorio de un domicilio particular. En la cama yace un muchacho, con la cara demacrada, totalmente cubierto por las sábanas y mantas y con un paño en la cabeza, presumiblemente para bajar la alta fiebre que parece presentar. Tras la cama, el padre, casi oculto por la penumbra, un símbolo de la preocupación que le embarga.  Sentada a los pies de la cama, la madre, que escucha sobresaltada lo que le dice el doctor, en pie ante ella. La luz mortecina y tenebrosa de la escena contribuye al tono trágico de la pintura. 


Detalle del cuadro "El niño enfermo", de Michelena
La figura del médico es la que tiene tal vez más protagonismo en esta obra. Se trata de un personaje de edad, con barba blanca, gafas y vestido con levita. Está de pie, en una zona de contraluz creada por la ventana a sus espaldas, por lo que vemos más su ademán que sus rasgos faciales. Esta manera de representarlo no es a mi parecer, casual, sino que transmite que lo importante no es su persona sino el mensaje que transmite. En efecto, el viejo está dando instrucciones como se deduce del gesto de su mano, aunque por la expresión de la cara de la madre no da demasiadas esperanzas. Una niña, con toda seguridad la hermana del enfermo contempla contrita y pensativa la escena en marcado contraluz. 

El cuadro nos proporciona mucha información sobre como debía ser la práctica médica en el s. XIX. Los enfermos graves eran atendidos en sus domicilios, sin grandes medios para hacer frente a la situación. La mortalidad infantil era muy alta y los recursos muy limitados. El pronóstico médico tenía en estos casos una gran importancia.  

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