viernes, 23 de marzo de 2018

Luis XIV (III): el ocaso del Rey Sol.






Thomas Jones Henri Barker

La muerte de Luis XIV 
en el palacio de Versalles
(1835-1840)


Óleo sobre cartón 
Musée Lecuyer. Saint Quentin




En una anterior entrada comentamos las enfermedades del rey de Francia Luis XIV (1638-1715) entre las que destacaba su fístula anal, para la que se realizó una intervención que marcó un hito en la historia de la cirugía, e incluso se diseñó instrumental especial para la ocasión. Pero ninguna de estas afecciones puso fin a su vida. Evocaremos hoy los acontecimientos clínicos del último año de la vida del Rey Sol.

Un año antes de morir -tenía entonces 76 años- la salud de Luis XIV parece resentirse: el rey ha adelgazado visiblemente. El Dr. Fagon, primer médico del rey, que tenía la misma edad que el monarca, estaba todavía más flaco que él y no reparaba en el adelgazamiento del rey, a pesar que los cortesanos se lo comentaban continuamente. 

El 9 de agosto de 1715, volviendo del Real Sitio de Marly, el rey se mostró repentinamente abatido. Al día siguiente se quejaba de un dolor en la pierna izquierda, que le dificultaba la marcha. Fagon le diagnosticó una ciática, y le prescribió el tratamiento que solía aconsejar en estos casos: leche de burra. Pero el monarca no mejoraba: pasaban los días y el dolor persistía. Las noches eran especialmente agitadas. 

Sin embargo, al principio conservaba su proverbial voracidad. Comía con ganas y bebía mucho vino y tisanas. Pero al cabo de poco tiempo, comía cada vez menos. Su apetito había menguado enormemente, señal inequívoca de que algo iba realmente mal. Entre comidas bebía agua fría, casi helada, aromatizada con algo de azahar. Cada día el rey se debilitaba más y más. 




El dormitorio real de Versalles, donde murió Luis XIV


El 21 de agosto, Luis aceptó una consulta colectiva de cuatro reputados doctores de la facultad de Medicina de París que también diagnosticaron ciática como Fagon, a pesar de la insistente fiebre y a que tenía un principio de necrosis en la pierna.

El sábado 24, la situación del real paciente se agrava: la pierna izquierda se ha hinchado y el dolor era más intenso.  Se preconizan algunos drenajes con lanceta, realizando algunas incisiones profundas. Se constata así que en realidad se trata de una gangrena, contra la cual los médicos admiten su impotencia. Como que la gangrena se mantiene por debajo de la rodilla, se habla de amputarle la pierna para salvar su vida, pero el rey rehusa categóricamente someterse a esa operación.

El enfermo, ya muy débil, comenzó a presentar movimientos convulsivos y su estado es realmente preocupante. Se hacen llamar a diversos charlatanes que propusieron remedios milagrosos, y que naturalmente no surtieron ningún efecto.  Uno de ellos fue Brun, un charlatán de Marsella que aseguraba que tenía un brebaje que podía salvar al rey. El elixir que le proporcionó se tenía que disolver en tres cucharadas de vino de Alicante. Tras tomarlo, el rey parecia que experimentaba cierta mejoría. Pero la esperanza se apaga pronto, por la noche la pierna está más gangrenada que nunca. El marqués de Dangueau, diplomático, militar y cronista de los últimos días del rey, escribió: 
“El efecto del elixir es como un poco de aceite que se vierte en una lámpara que se apaga”.
El 26, después de cenar en la cama, ya no abandona su habitación y se dispone a poner orden a sus cosas. Será en la cama donde recibirá a su heredero y biznieto -el futuro Luis XV-, de 5 años de edad, para soltarle un discurso y prodigarle consejos.


Jean-Pierre Léaud en la película La Muerte de Louis XIV, de Albert Serra (2016)


Durante todo el día 30 de agosto el rey, está en un estado letárgico, con una constante somnolencia.

El sábado 31, pasó una noche y un día horribles. A ratos recuperaba el conocimiento. La gangrena ha rebasado ya la rodilla y se va extendiendo por todo el muslo. Le administraron un remedio que su nuera, la Duquesa du Maine, ha traído y que pasaba por ser eficaz contra la viruela.

El 1 de septiembre de 1715, Luis XIV expiró a las 8'15 h de la mañana, rodeado por sus cortesanos y tras varios días de agonía.  El duque de Bouillon se asomó solemnemente al balcón: 
“¡El rey Luis XIV ha muerto! ¡Viva el rey Luis XV!. 
El reinado del Rey Sol había durado setenta y dos años y cien días. 

La autopsia se realizó el día siguiente, y los médicos pudieron comprobar que toda la parte izquierda del cuerpo, desde el pie a la cabeza, se había gangrenado. También se encontraron con un intestino enorme, descomunal, cosa lógica si se tiene en cuenta las grandes cantidades de comida que ingería habitualmente el soberano.  

La causa de su muerte fue una gangrena como complicación de una diabetes senil, que tal vez se hubiera podido atajar con una amputación a tiempo. Habida cuenta de la gran cantidad de pasteles y golosinas azucaradas que consumía cotidianamente el soberano, la tasa de glucosa debía ser previsiblemente muy alta.



Bibliografía

https://www.elconfidencial.com/cultura/2015-11-05/luis-xiv-versalles-francia-arte-exposicion_1083681/


http://www.lemonde.fr/arts/portfolio/2015/10/31/le-grand-theatre-de-la-mort-de-louis-xiv-en-scene-a-versailles_4800569_1655012.html#Su9UI3iShbD509lr.99



https://franciscojaviertostado.com/2015/09/09/luis-xiv-el-ocaso-del-rey-sol/

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente informacion gracias