viernes, 4 de mayo de 2018

Fernando VI (III): el loco que mordía y que comía excrementos





Van Loo

Retrato de Fernando VI 

Óleo sobre lienzo 128 x 108 cm
Museo del Prado. Madrid 




Según las crónicas, sabemos que en el curso de su vida, Fernando VI padeció muchas enfermedades: tercianas (paludismo), viruela, diarreas, estreñimiento, epilepsia... Pero sin duda la peor fue el grave trastorno mental que sufrió al final de su vida. 

Como ya hemos visto en una entrada anterior , Fernando VI (1713-1759) profesaba un gran amor por su esposa, que además le influía mucho en los momentos de tomar decisiones. Falto de cariño en su infancia, el monarca siempre tuvo en ella el afecto que necesitaba. Pero en el invierno de 1758, la reina Bárbara de Braganza comenzó a toser de una manera preocupante y continua, lo que la obligaba a veces a suspender las cultas veladas que se organizaban casi cada día en palacioLa reina presentaba desde hacía un año un cáncer de útero, que le causaba continuas hemorragias. Probablemente se le había  extendido al peritoneo y tenía el abdomen lleno de tumores que le causaba dolor y dificultaba sus movimientos. Se la veía muy desmejorada y estaba cada vez más débil. La real pareja se trasladó al palacio de Aranjuez, en un intento de que el cambio de aires beneficiara a la salud de Bárbara. Pero todo fue en vano. Finalmente falleció por una embolia pulmonar en agosto de 1758. 


El fallecimiento de la reina provocó un agravamiento de la salud mental del rey. Fernando VI ni siquiera pudo participar en el entierro de Bárbara, ya que no estaba en condiciones. Abandonó inmediatamente Aranjuez, y se refugió en el castillo de Villaviciosa de Odón, donde se recluyó hasta su muerte. 

El rey se sumió en una gran depresión. Era un conocido hipocondríaco, y le asaltaban continuos temores de morir o de ahogarse, como comentaba su médico Andrés Piquer:
«Padecía unos temores sumos, creyendo que cada momento se moría, ya porque se sentía ahogar, ya porque le destrozaban interiormente, ya porque le iba a dar un accidente [...]». 
Fernando VI abandonó sus deberes y los asuntos del reino: el último documento que firmó es de un mes después de la defunción de su esposa y el último despacho del rey con el ministro Wall fue a principios de octubre de 1758, «de pie y en conversación». Ni siquiera le interesaba ya la caza, como antes. Dejó de hablar, y cada vez comía menos, hasta que entró en una franca anorexia, y apenas se alimentaba.

El rey ya no ejercía como tal. El pueblo empezó a hablar del "año sin rey". Durante este periodo circulaban por Madrid coplas como esta:
….Si el rey no tiene cura
¿a qué esperáis o qué hacéis?
Muy presto cumplirá un año
Que sin ver a vuestro rey
Os sujetáis a una ley
Hija de un continuo engaño.

Su estado mental fue deteriorándose cada vez más. A los síntomas anteriores se añadió un gran descuido en su higiene personal. El embajador de Inglaterra comentaba :


"No quiere que le afeiten y se pasea en bata o en camisa. Ésta no se la ha cambiado desde hace un tiempo increíble. No quiere acostarse porque se imagina que cuando esté en esta posición se morirá, por lo que duerme en un sillón"
(Frederick Hervery, lord Bristol, 
embajador de Inglaterra en España)



Anton Raphael Mengs: El infante
D. Luis de Borbón y Farnesio

No se mudaba de camisa durante largos períodos de tiempo. También se negaba a que cambiaran las sábanas de su cama, durante meses. Empezó a perder el control de sus esfínteres. Orinaba y defecaba en la cama y con frecuencia comía sus propios excrementos (coprofagia) o untaba con ellos a quien se le acercaba. 

Otros síntomas hicieron aparición en las siguientes semanas: apatía, insomnio, abandono en las obligaciones religiosas... Igual que ya le había pasado a su padre, Felipe V, Fernando comenzó a tener un comportamiento extraño. Fernando corría o bailaba por el palacio en paños menores. El infante Luis Antonio en una carta escrita a su madre, Isabel de Farnesio, decía:
" Ayer estando yo sólo con él empezó a saltar y a brincar con los calzoncillos y las calzetas caídas sobre las chinelas y lo peor es que al poco de hacerlo no se acordaba de nada". 

Pronto empezó a tener una gran agresividad. Mordía o pegaba a todos los que se le acercaban, o fingía que estaba muerto o que era un fantasma. 
 "...se echó sobre la cama boca a bajo haciéndose el muerto y el médico le dejó un rato. Después se orinó y le quiso hacer creer que le había dado algo, el médico dijo que no era así, pues no había mudado de color, ni en el pulso había alteración ni novedad ninguna. Entonces de golpe saltó de la cama envuelto en una de las sábanas haciendo como un fantasma. Sus asistentes corrieron con la bata para que se la pusiese y no se resfriase y entonces de rabia los zurró" 

Además de su patología psiquiátrica, Fernando tenía una concepción jerárquica totalmente absolutista, propia de los Borbones: hiciera lo que hiciera, nadie podía darle instrucciones sobre lo que debía hacer. Se reía o burlaba de sus asistentes, que eran constantemente vapuleados y empezaron a temer por su propia integridad física. 
«Se enfurecía con vehemencia, airándose hasta el punto de ejecutar cosas muy impropias a su bondad y a su carácter»


      Andrés Piquer, el médico de Fernando VI 
que dejó el testimonio de la enajenación del rey.
      Escultura en la Facultad de Medicina de Zaragoza.       

Su hermanastro, el futuro Carlos III, que en aquel momento era rey de Nápoles, tuvo que autorizar a sus asistentes a que usaran una ‘violencia respetuosa’ para poder reducir al enfermo a la hora de asearle. Claro que es difícil establecer que se entiende por 'violencia respetuosa' con alguien que acaba de morderte, o de embadurnarte con sus heces. Especialmente si esta persona es un rey absoluto, que no atiende a razones. 

Así terminó el año de 1758. Pero el nuevo año no fue mucho mejor. El día 5 de enero el rey cogió unas tijeras e intentó poner fin a su vida sin conseguirlo gracias a que sus criados se las quitaron. Fernando se enfureció sobremanera, lo que le provocará un ataque de rabia tal que obligará al cirujano Pere Virgili a calmarle mediante una pócima. Al explorarle observa que presenta unos bultos en el vientre que el médico atribuirá al estreñimiento sin darle mayor importancia. Los médicos serían incapaces de aliviar y ni tan siquiera de controlar al real paciente. 

No sería este el único intento del rey para suicidarse. Consciente ó inconscientemente lo intentará en varias ocasiones con todo lo que encuentre a su alcance, cuchillos, armas de fuego e incluso intentará ahorcarse utilizando las cintas de su camisa revolviéndose furioso contra quienes le impedían lograrlo: 
"... estuvo sumamente furioso. A las doce, poco más o menos, se quiso ahorcar con las cintas que tenía en la camisa, después ha querido morder a todo el mundo, pero nadie se le avenía sino a lo que es preciso, porque a todos los tiene escarmentados, mordía las sábanas y las hacía pedazos... está asqueroso, tiene las manos untadas en porquería y no se las quiere dejar limpiar, y a todos los que se le arriman los pringa" 
(Carta del infante Luis de Borbón 6 febrero 1759
Sin embargo, como señalan algunos autores como Fernández Menéndez, parece ser que estas tentativas estaban en el contexto de episodios de agitación psicomotriz. Es decir, no eran intentos de suicidio conscientes y planificados, causados por un trastorno depresivo.

Aparecieron en este momento otros síntomas nuevos: las piernas hinchadas, las crisis pertinaces de estreñimiento (tal vez agravadas por el consumo repetido de láudano) y sobre todo las convulsiones, probablemente epilépticas: 
 "Las convulsiones las ha padecido el rey varias veces en el curso de esta enfermedad: y me atrevo a asegurar que raro es el día que según más o menos vehemencia no se las haya observado [...]. En el movimiento convulsivo, el miembro se encoge, retirándose violentamente hacia su origen, y las alternativas vienen de la voluntad que intentan mover a su albedrío la parte [...]. Algunas veces se le notaban movimientos convulsivos de brazos y piernas, y todo el cuerpo ya sin privación de sentidos, ya también con alguna más que suspensión de ellos, aunque pasajera y transitoria [...] tenía algunas veces convulsiones, ya de las partes de la cara, con transitorias suspensiones de los sentidos, ya de los brazos y piernas que daban subsultus, esto es, saltos repetidos con violencia"
                     (Testimonio del médico Andrés Piquer)

Mausoleo de Fernando VI y Bárbara de Braganza,
en la iglesia de las Salesas Reales, de Madrid.


El rey se negaba a dormir sobre su lecho. Se encerró en una habitación pequeña, en la que no había sitio suficiente para una cama, de modo que improvisaba cada noche una camilla con dos sillas y un taburete. Como le había acontecido anteriormente a su padre Felipe V, dormía durante el día y por las noches vagaba por el palacio, ululando y gritando. De este modo pasó sus últimos meses de vida. 

Y llegó el 6 de agosto. A las nueve de la mañana el rey sufre una crisis convulsiva que lo deja sin conocimiento durante once horas pero 
"a pesar de los remedios espirituosos con los que se socorrió a S.M. la situación será ya irreversible"
El 10 de agosto de 1759, Fernando VI expiró. Dejó las finanzas del reino saneadas, con una Hacienda pública con un superávit de 300.000 reales. 


El sepulcro de Fernando VI está rematado por una figura de un anciano
(alegoría del Tiempo) que sostiene un medallón con la efigie del soberano.
A sus pies, rodeados por unos afligidos angelotes, las dos bolas que
representan los dos hemisferios terráqueos, amparados por una
corona real, alusión a los extensos dominios de la monarquía hispánica. 


Fue enterrado junto a su esposa Bárbara de Braganza en un mausoleo de mármol, obra del arquitecto Francesco Sabatini y del escultor Francisco Gutiérrez Arribas, en el templo del convento de las Salesas Reales de Madrid. Al morir sin hijos, le sucedió su hermanastro Carlos III, que hizo colocar sobre su tumba el siguiente epitafio: 
"HIC IACET HVIVS COENOBII CONDITOR, FERDINANDVS VI HISPANIARVM REX, OPTIMVS PRINCEPS, QVI SINE LIBERIS, AT NVMEROSA VIRTVTVM SOBOLE, PATER PATRIAE OBIIT IV.ID.AVG.AN.MDCCLIX. CAROLVS III. FRATI DILECTISSIMO, CVIVS VITAM REGNO PRAEOPTASSET, HOC MOERORIS ET PIETATIS MONVMENTVM." 
"Yace aquí el fundador de este monasterio, Fernando VI, rey de las Españas, óptimo príncipe, que murió sin hijos aunque con una numerosa prole de virtudes. Padre de la patria, murió el 10 de agosto de 1759. Carlos III, su dilectísimo hermano, que hubiera preferido su vida al Reino, le dedica este monumento de tristeza y piedad"
(Traducción: Xavier Sierra)  


Fuentes documentales

Piquer A. Discurso sobre la enfermedad del Rey nuestro señor Don Fernando VI (que Dios lo guarde). Colección de documentos inéditos para la historia de España: Viuda de Calero; 1851.

Carta del 29 de octubre de 1758 del infante Luis de Borbón a su madre Isabel de Farnesio. Archivo Histórico Nacional, Estado legajo 2593, Documento 80

Carta del 6 de febrero de 1759 del infante Luis de Borbón a su madre Isabel de Farnesio. Archivo Histórico Nacional, Estado legajo 2593, Documento 180. 


Carta del 31 de enero de 1759 del infante Luis de Borbón a su madre Isabel de Farnesio. Archivo Histórico Nacional, Estado legajo 2593, Documento 172. 


Carta del 19 de septiembre de 1758 del infante Luis de Borbón a su madre Isabel de Farnesio. Archivo Histórico Nacional, Estado legajo 2593, Documento 54.




Bibliografía 


Fernández-Menéndez S, González-González JM, Álvarez-Antuña V, Bobes J. La demencia del rey Fernando VI y el año sin rey. Rev Neurol. 2016;62:516-23

Perez J, Baldessarini RJ, Cruz N, Salvatore P, Vieta E. Andres Piquer-Arrufat (1711-1772): contributions of an eighteenthcentury Spanish physician to the concept of manic-depressive illness. Harv Rev Psychiatry 2011; 19: 68-77.

González Cremona, Juan Manuel; Anecdotario real: de Felipe V a Alfonso XIII, Plaza & Janés, 1998, pàg. 64


Voltes Bou, Pedro. “Fernando VI”. Planeta. Barcelona, 1996.


Voltes Bou, Pedro. “La vida y la época de Fernando VI”. Planeta. Barcelona. 1998.

jueves, 3 de mayo de 2018

Fernando VI (II): el rey que quería la paz






Antonio González Ruiz

Fernando VI, Alegoría 
del rey pacificador 

Óleo sobre lienzo 
Real Academia de Bellas Artes 
de San Fernando. Madrid 



En la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid encontramos este retrato de Fernando VI, ya como monarca de los reinos hispánicos. Su autor, Antonio González Ruiz la tituló "Alegoría del rey pacificador". Es evidente la exaltación monárquica de la Casa de Borbón que se puede ver en el cuadro, con el soberano entronizado protegiendo a la Agricultura, el Comercio y las Artes, actividades vinculadas a la paz. El mismo título evidencia la intención con la que quería aparecer Fernando VI: como un rey pacificador que intentaba dejar atrás las sangrientas consecuencias de la Guerra de Sucesión

Fernando VI llegó al trono cuando la Guerra de Sucesión llegaba a su fin. Una guerra que había logrado entronizar a los Borbones por la fuerza en los territorios de la península Ibérica, sometiendo sin piedad a los reinos que osaron poner en entredicho sus más que dosis derechos al trono. Felipe V, nieto del rey francés Luis XIV, había introducido las ideas centralistas y absolutistas de su abuelo, anulando fueros y derechos de los reinos que no secundaron su causa y castigando sin piedad a los austriacistas, que eran partidarios de que fuera el archiduque Carlos de Austria el que accediera a la corona. Su hijo Fernando VI quiso poner fin a la guerra con las potencias que apoyaban los derechos de los austriacistas (especialmente Inglaterra) e intentó ser considerado un pacificador, con el lema: 
"Paz con Inglaterra y guerra con nadie".


Louis Michel van Loo: Retrato de Bárbara de Braganza
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid
Así pues, el reinado de Fernando VI significó un período de paz en las relaciones internacionales a través de un sistema de neutralidad (1749-1759) 

Antes de ser rey, Fernando VI se había casado con Bárbara de Braganza, hija de Juan V de Portugal y de María Ana de Austria (1729). Hay que decir que Bárbara era bastante fea, gorda y de rostro vulgar, marcado por las cicatrices de la viruela. Era tan poco agraciada que cuando se estaba negociando el matrimonio entre los príncipes, los portugueses tardaron en enviar el retrato a la Corte española por miedo a que Fernando la rechazase. Pero en cambio era muy inteligente, culta, sensible, muy religiosa y le encantaba la música. Y era políglota: hablaba 6 idiomas. 

El matrimonio de Fernando y Bárbara fue perfecto a nivel sentimental, ya que Bárbara le supo dar el afecto que Fernando -que no había conocido a su madre- nunca había tenido hasta entonces. 
Fernando VI padecía una afección genital que le impedía eyacular, por lo que no tuvo hijos. Este hecho nunca supuso un gran problema político, pues el trono de España estaba asegurado por los numerosos hermanos que tenía, fruto del segundo matrimonio de su padre Felipe V con Isabel de Farnesio


Jacopo Amigoni:
Retrato del Marqués de la Ensenada (c. 1750)
Museo del Prado. Madrid
Desde el punto de vista político, en el reinado de Fernando VI se acometieron diversas reformas de tipo económico y militar en un intento de modernizar el país. La mayor parte de ellas fueron obras del ministro Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, que ya las había iniciado en los últimos años del reinado de Felipe V y que sentaron las bases de las posteriores reformas que se llevarían a término bajo el reinado de Carlos III. Las reformas también se beneficiaron de la política de otro ministro, José de Carvajal. El marqués de la Ensenada era francófilo y Carvajal anglófilo, con lo que la política de neutralidad quedaba asegurada. 
Entre las novedades introducidas por estos ministros hay que señalar la modernización de la Hacienda Pública, sustituyendo antiguos tributos por el sistema de catastro, conforme al cual se contribuye al erario público en proporción a los bienes de los que se dispone. Es decir los ricos contribuirían con más impuestos que los pobres. 
Ensenada también modernizó la Marina e impulsó el comercio con América. Por otra parte suavizó la relación con la Iglesia, muy tensa ya que el papa había tomado partido por el archiduque Carlos durante la Guerra de Sucesión, consiguiendo el concordato de 1753 con Benedicto XIV, por el que el rey podía proponer candidatos para obispos, canónigos y otros cargos eclesiásticos, con lo que la corona se aseguraba el apoyo de la jerarquía eclesiástica. 


Retratos de Bárbara de Braganza y Fernando VI

Por otra parte se dio un gran impulso a las artes y a la cultura. A Bárbara de Braganza le encantaba la música y protegió a compositores como Scarlatti y cantantes, entre los que destacaron diversos castrati, especialmente Farinelli. 
Durante el reinado de Fernando VI se impulsaron las Academias y los círculos de intelectuales. En 1752, se creó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En las artes cabe mencionar la construcción del Palacio de Oriente, pero sobre todo el convento madrileño de las Salesas Reales, impulsado sobre todo por la voluntad de la reina Bárbara de Braganza, que tenía fama de avariciosa y de amasar una importante fortuna personal. El pueblo de Madrid fue muy crítico con esta obra, en la que se invirtió mucho dinero, lo que resumía en esta copla popular:
   Bárbaro edificio,  
   bárbara renta, 
   bárbaro gasto, 
   Bárbara reina.

Fachada de la iglesia del convento de las Salesas Reales, en Madrid. 


En cambio se llevó a cabo una política claramente xenófoba y racista. Los gitanos fueron encarcelados, perseguidos y expulsados de los reinos en un auténtico intento de genocidio. En un solo día de 1749 se detuvieron 9.000 gitanos. Se separaron los sexos y se les obligó a trabajos forzados (los hombres en astilleros y minas y las mujeres en fábricas). Como se había realizado en tiempos de los Reyes Católicos con los judíos y en tiempos de Felipe III con los moriscos, se intentó la expulsión de los gitanos de la Península, aunque no se consiguió totalmente el objetivo. El tercer genocidio e intento de expulsión realizado por la corona hispánica obsesionada por conseguir la homogenización de los reinos, en un absurdo e inhumano intento de limpieza étnica. 

En lo personal, el rey no gozaba de muy buena salud mental. Como su padre, sufría de un cuadro bipolar con múltiples depresiones. En otra entrada del blog hablaremos con más detalle de esta patología psiquiátrica, que repercutió considerablemente en el entorno del soberano. 


Fernando VI





Bibliografía 
Gómez Alfaro: Extinción de los gitanos
Voltes Bou P.  La vida y la época de Fernando VI. Barcelona: Planeta. 1998


miércoles, 2 de mayo de 2018

Fernando VI (I): el príncipe que vivió encerrado





Jean Ranc

Fernando de Borbón y Saboya, 
Príncipe de Asturias
(circa 1731) 


Óleo sobre lienzo 104 x 84 cm
Museo Naval. Madrid 


El francés Jean Ranc (1674-1735) fue uno de los pintores de la corte borbónica de Madrid en la primera mitad del s. XVIII, y retrató a diversos personajes de la familia real. El cuadro que preside estas líneas es uno de los retratos que realizó del príncipe de Asturias Fernando de Borbón, que años más tarde llegaría a ser rey con el nombre de  Fernando VI. En este momento, el joven príncipe tenía 18 años de edad. 

Fernando VI (1713-1759) era hijo de Felipe V y Mª Luisa Gabriela de Saboya. Su madre murió de escrófulas (tuberculosis ganglionar) cuando el pequeño Fernando tenía solamente cinco meses. Fernando era, en aquel momento, el tercero en la línea de sucesión a la Corona hispánica, después de sus hermanos mayores Luis (1709) y Felipe Pedro (1712), por lo que nadie pensaba seriamente que algún día pudiese convertirse en rey. 

Pero la historia a veces tiene recovecos impensados. Cuando Fernando tenía seis años, murió su hermano Felipe Pedro. En enero de 1724, Felipe V, acosado por continuas depresiones, decidió retirarse y abdicar la corona en favor de su hijo Luis. Nuevamente el curso de la historia tuvo un sorprendente giro. Tras solamente ocho meses de reinado, Luis I murió de viruela dejando el trono vacante. 

Jean Ranc: El futuro rey Fernando VI
a los diez años de edad
Fernando tenía once años de edad en este momento. Lo lógico hubiera sido que heredara el trono en aquel momento, ya que su hermano no tenía descendencia. Pero la reina Isabel de Farnesio, la segunda mujer de Felipe V, no veía con buenos ojos que el trono fuera ocupado por un hijo de la anterior reina. Tenía planes para que fuera ocupado más tarde por uno de sus hijos. Por eso convenció a su marido, Felipe V para que recuperara el trono y reinara por segunda vez. 

No todos estaban de acuerdo en esta decisión. Muchos miembros de la nobleza entendían que tras una abdicación, no había marcha atrás. Pero las intrigas de Isabel de Farnesio dieron resultado, y al final Felipe V recuperó la corona y nombró a Fernando príncipe de Asturias y legítimo sucesor al trono a la muerte de su padre. 

Pero la reina Isabel se aseguró de controlar al nuevo príncipe de Asturias. Fernando y su esposa, la princesa portuguesa Bárbara de Braganza vivieron totalmente aislados de la corte y con visitas restringidas, para evitar todo contacto con grupos políticos que pudieran apoyarlo en caso de una nueva abdicación de Felipe, cuya salud mental continuaba deteriorándose. Una situación insólita, que en expresión del historiador Pedro Voltes se podía asimilar con una especie de arresto domiciliario: 
«...don Fernando y doña Bárbara podrían ser visitados cada uno por sólo cuatro personas, cuyo nombre y cargo se indicaba. No podrían recibir a otros embajadores que los de Francia y Portugal. Los príncipes no debían comer en público ni salir de paseo ni ir a ningún templo o convento. [...] Se suprimió también la asistencia del príncipe al Consejo de Gobierno y todo despacho con él, y en especial cualquier trato con [el «primer ministro»] Patiño y los ministros, y, en suma, toda visita suya a sus padres»
(P. Voltes, La vida y la época de Fernando VI. 1998)

El deterioro físico y mental de Felipe V era notable. Así puede verse en los cuadros que pintaron Jean Ranc o Louis-Michel van Loo, en los que aparece el rey con la mirada perdida, hinchado, con las piernas deformadas.  

Louis-Michel van Loo: La familia de Felipe V (fragmento). Museo del Prado.
A la izquierda, de pie, el futuro Fernando VI, con una postura pretendidamente elegante pero que más bien resulta desmañada. En el centro, sentados, Felipe V y la reina Isabel de Farnesio. Felipe V aparece con las piernas hinchadas y la mirada perdida, mientras Isabel controla todo, dando la sensación de poder absoluto. 

Cuando finalmente en 1746 Felipe V murió a causa de un accidente vascular cerebral, el nuevo rey Fernando VI dispuso que Isabel de Farnesio abandonara de inmediato el palacio del Buen Retiro y se trasladara a una casa propiedad de la duquesa de Osuna. Un año más tarde fue confinada al palacio de la Granja de San Ildefonso, cerca de Segovia. Desde allí la reina viuda escribió una carta al nuevo rey protestando por su confinamiento. En ella le decía: 
«...desearía saber si he faltado en algo para enmendarlo» 
Fernando VI le respondió con otra misiva en la que decía: 
«Lo que yo determino en mis reinos no admite consulta de nadie antes de ser ejecutado y obedecido» 
Evidentemente, Fernando le devolvía así los largos años en los que Isabel de Farnesio lo había tenido encerrado. 


Bibliografía 

Voltes Bou, P. “Fernando VI”. Planeta. Barcelona, 1996.

Voltes Bou P. La vida y la época de Fernando VI. Barcelona: Planeta. 1998

lunes, 30 de abril de 2018

Mª Cristina, el trancazo y otros neologismos






Vicente López-Portaña

Retrato de Mª Cristina de Borbón-Dos Sicilias 

Oleo sobre lienzo 

Museo del Prado. Madrid





Popularmente, cuando uno sufre un importante síndrome gripal, se comenta que tiene un "trancazo". Es un sinónimo común y muy popular, que se usa con frecuencia. Sin embargo, pocos conocen el origen de esta denominación, que tiene un curioso origen, ligado a María Cristina, la última esposa del rey Fernando VII de España. 

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias se casó con Fernando VII -que era su tío carnal- en diciembre de 1829. Se llevaban bastantes años: ella contaba con 23 años y el monarca 45. Fernando tenía fama de ser muy activo sexualmente y tenía una malformación genital, una macrosomía del pene: su miembro viril era deforme en la forma y tenía un anormal y enorme tamaño. Pero la notable diferencia de edad hacía que el soberano saliera frecuentemente fatigado y resoplando de los apartamentos de la reina. 

Agustín Fernando Muñoz y Sánchez 
La joven reina, que veía así insatisfecha su demanda conyugal, se empezó a buscar una compañía complementaria. Y pronto la halló en un sargento de la Guardia de Corps, Agustín Fernando Muñoz y Sánchez al que conoció una noche en la que Mª Cristina salió a dar un paseo por el jardín de Palacio y el oficial estaba de guardia.  La reina le preguntó si estaba cansado y el sargento Muñoz tuvo una galante y fiel respuesta: 
"En el servicio de su Majestad no puedo cansarme nunca, señora". 
Tras esta romántica respuesta, iniciaron una relación amorosa que se prolongó mucho tiempo.

Una noche, la reina regresaba a la alcoba del rey, que se encontraba enfermo con gripe, tras uno de los encuentros con su amante. Antes de entrar, una de sus damas de confianza, conocedora de sus infidelidades, le preguntó si no había perdido en el cambio, ya que todo el mundo conocía el extraordinario tamaño de la verga real, a lo que la reina le contestó: 
- "No creas, el sargento Muñoz también tiene un buen trancazo" (refiriéndose a los genitales de su amante). 

Pero imprudentemente había contestado mientras estaba abriendo la puerta del aposento real, por lo que el rey lo oyó y le pidió explicaciones. Mª Cristina, muy ágil, para disimular su procaz comentario, le respondió diciendo que en Tarancón, ciudad natal del sargento, se solía dar este nombre a la gripe. Por eso desde entonces se usa esta voz como sinónimo de la enfermedad. 

Fernando VII murió en 1833. Pocos años antes de su fallecimiento había nacido Isabel, la hija de su matrimonio con Mª Cristina (1830). El rey, que no tenía más descendencia, promulgó la Pragmática Sanción por la que se abolía la Ley Sálica, que impedía a las mujeres reinar. Atendiendo a esta disposición se declaraba heredera a su  hija, la futura Isabel II, y durante su minoría de edad la Regencia quedaba encomendada a su madre, Mª Cristina.  Aunque no todos lo aceptaron. Un gran sector de la población, los carlistas, contrarios a esta acomodaticia ley, defendían que la corona debía pasar a Don Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, al que proclamaron rey con el nombre de Carlos V, levantándose en armas en lo que fue la Primera Guerra Carlista (1833-1840). 


Carlos María Isidro de Borbón
En este contexto, al enviudar, la ya Regente Mª Cristina, que era muy católica, quiso casarse con el sargento Muñoz. Sin embargo esto hubiera sido un matrimonio morganático, es decir un matrimonio desigual entre realeza y plebeyos. Los matrimonios morganáticos implicaban que la parte noble tenía que renunciar a todos los derechos y privilegios. En el caso de Mª Cristina tenía que renunciar también a la Regencia, ya puesta en entredicho por los carlistas y también a la sucesión de la pequeña princesa Isabel, su hija. Por eso optó por celebrar un matrimonio secreto con Muñoz, en el Palacio Real. 

Por cierto que el matrimonio con el sargento Muñoz fue extraordinariamente fértil, y de esta unión nacieron ni más ni menos que 8 hijos. Aunque Mª Cristina intentaba disimular sus continuos embarazos vistiendo amplios ropajes, el pueblo, que ya llamaba a Muñoz "Fernando VIII" lo comentaba con socarronería: 
"La reina, casada en secreto 
y embarazada en público"
Y también: 
"Clamaban los liberales que la reina no paría
y ha parido más muñecos que liberales había"  
Aunque la más conocida y que ha persistido en la memoria popular es: 
"María Cristina me quiere gobernar
y yo le sigo, le sigo la corriente
porque no quiero que diga la gente
que María Cristina me quiere gobernar"

La Primera Guerra Carlista fue una guerra devastadora. Por cierto que en esta contienda aparecieron otros neologismos como es el caso de "guiris" y "carcas".

La palabra "guiris" como sinónimo de extranjeros fue usado por primera vez por los carlistas, que se referían a sus enemigos como "cristinos" (partidarios de Mª Cristina). La mayoría de los carlistas eran vascos y consideraban que los contrarios -que no lo eran- eran extranjeros. La lengua euskera rechaza las consonantes sordas al inicio de palabra, por lo que los vascos tenían dificultad para pronunciar la palabra "cristinos" y decían "guiristinos" que terminó en apocoparse como "guiris" y convirtiéndose en un sinónimo de forastero. 

Otra palabra fue la de "carca", que originariamente tenía un origen portugués. Los soldados liberales portugueses llamaban "carcundas" (que significaba "jorobados") a las tropas absolutistas de Don Miguel. Al parecer, los liberales españoles adoptaron esta denominación y la aplicaron a los carlistas. Con el tiempo, se fue abreviando, quedando en "carca" para referirse a los partidarios del tradicionalismo carlista.  


Bibliografía


Janer A. Cristians, "guiris", cretins. Batecs clàssics (blog) http://www.antonijaner.com/religio/item/641-cristians-guiris-cretins

Fayanás E. El lado oscuro de la reina Mª Cristina de Borbón-Dos Sicilias. https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/lado-oscuro-reina-maria-cristina-borbon-sicilias/20141103110417108836.html


El Historicón (blog) María Cristina me quiere gobernar. http://elhistoricon.blogspot.com.es/2018/04/maria-cristina-me-quiere-gobernar.html